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ÍNDICE

Padre James J. Wheeler, S. J., Director Apostólico
Sociedad de Nuestra Señora
de Guadalupe
Enero, 1998.

Esta es la carta que yo les envié a Ginny y a María antes de nuestra junta en Houston.

Estimadas María y Ginny:

Nosotros hemos recorrido un camino muy largo para llegar a donde estamos ahora. Conflictos, miedos, depresiones, y todo esto ha sido la fuente de nuestro crecimiento. Así como hemos seguido adelante, cada uno de nosotros puede ser testigo de haber encontrado la profunda presencia de Jesús en nuestras vidas. Una de las cosas que ha sido de una gran consolación a través de los periodos de intensa obscuridad, ha sido el saber que despacio, pero firme y seguro he crecido en Él y con Él, y como yo las veo a ustedes y a los otros directores de Centros de Oración, yo puedo sentir muy profundamente que ustedes y ellos también han crecido de una manera extraordinaria.

En este crecimiento en Jesús que es el sello de mi vida y como yo lo creo estos son los cimientos sobre los que se funda nuestra vida. Entrando cada día más hondo en nuestras relaciones con Él y saber que en la obscuridad o la luz, depresión, sobreviviendo y en la recuperación, que Él está creciendo más grande abarcando toda la profundidad de mi vida. Y para mi regocijo lo imposible ha ocurrido, y es que mi orgullo algunas veces se esta haciendo más pequeño, eso me llena de alegría.

En esta forma Dios nos permite incrementar nuestro desarrollo. Los Centros de Oración a través de viento y marea, altos y bajos han crecido en tamaño y en efectividad. Dios nos ha permitido utilizar ministerios que se han extendido a través de nuestros países, los Estados Unidos y México y a otras diversas partes del mundo.

Y sin embargo, todavía ahora yo sospecho que nos estamos encarando a el factor de que como el Bautista, fuimos llamados a estar dentro de nuestra propia pequeñez.

Porque el ministerio es la creación del Espíritu en Cristo y nosotros nos damos a la idea que hemos sido llamados para encontrarlo y fortificarlo y ahora nos encontramos en una posición de limitar este hallazgo solamente hasta cierto punto en nuestras vidas para poder continuar a medida de nuestras capacidades físicas y mentales. Yo tengo sesenta y un años, y dos de los directores están en sus setentas, el resto de los directores de los siete Centro de Oración ahora vigentes están en sus cincuentas o sesentas.

La pregunta que queda es: ¿Éste es un llamado que debemos terminar con gran gratitud por el trabajo que hicimos, y hasta cierto punto llevarlo al final de nuestras vidas o cuando ya no tenemos la capacidad de continuar?

Hemos guiado a muchas personas a consagrar sus vidas a Cristo. Con ayuda de otros hemos llevado hacia este lugar, aquí les hemos consolado pero haciéndoles saber que el lugar más profundo de crecimiento espiritual y sanación psicológica y de santidad verdadera se encuentra a los pies de Su Cruz. El camino de nuestra realidad con Dios y con otros es por medio de la Cruz, en lugar de evadirla o medicando nuestro dolor con una variedad de adicciones.

Así que nuestro llamado ha sido dejarle ver a la gente que el llamado se recibe profundamente dentro del Crucifijo y el Cristo Resucitado a quien nosotros amamos y no es para estar al nivel de una euforia inicial o de dejar nuestras vidas ser conducidas sobre una serie de mariposas en el estómago, pero de entrar más hondo dentro de la realidad de Dios y de nosotros, así como Él nos ve y somos. En esta difícil y algunas veces aterradora jornada, labramos nuestro camino de lleno en la humanidad del Cristo de la Aflicción y así, a través de nuestra participación en su pena podamos vivir en el regocijo y la felicidad de su infalible resurrección en nuestras vidas.

Yo creo que hay dentro de mí un llamado para empezar a hacer previsiones a la extensión de este ministerio más allá de mi vida o cuando se llegue el momento de que yo ya no sea capaz de desempeñar el trabajo. Lo que yo les pregunto a ustedes es la misma pregunta que yo me formulé. ¿Ustedes creen que debemos de fomentar y continuar el ministerio mas allá de nuestras propias capacidades?

Si la respuesta es no, entonces no hay mucho que hacer sino sostenernos de la mejor manera posible dentro del ministerio en el que ahora nos encontramos. Si alguno de ustedes me ha indicado que la respuesta es sí, entonces yo creo esto tiene que meditarse muy profundamente y la oración es el camino que deberemos de seguir.

Permítanme expresarles algunos de mis pensamientos acerca del camino que tal vez podíamos seguir para preparar un plan de propuesta.

Nosotros hemos sido llamados dentro de un compromiso de devoción para toda nuestra vida. Conforme ha pasado el tiempo hemos aprendido que nuestro llamado es dar todo nuestro ser completamente a Cristo. Hemos encontrado el camino por medio de la enseñanza a proveer los cimientos para esa consagración y dejarla vivir completamente en nuestras vidas. Así como cada uno de nosotros ha proseguido esa consagración, hemos encontrado mucha otra ayuda en nuestro camino, como es la devoción a la Divina Providencia y los programas en México de codependencia y adicciones así como en el enfoque.

Así como hemos seguido el sendero en el cual Dios nos ha llamado, así hemos entrado dentro de una consagración honda y muy profunda por fuera y dentro en nuestra relación con Jesús. Desde el fondo de nuestra relación les hemos preguntado a otras personas si desean seguir un camino similar de
relaciones con Dios.

Por medio de esta consagración, esta formación y este servicio han surgido comunidades pequeñas que desean formar un Centro de Oración para servir a otros.

A mí me parece que se ha llegado el momento de reconocer la forma en que Dios nos ha llamado para ver que otras personas sigan su camino. Fuimos llamados para darles la oportunidad a muchos otros a entregarle su vida a Dios, a servir a Cristo en sus esposos (as) y en sus familias y a desarrollar de lleno los dones y capacidades de una vida de ministerio.

En este llamado le pedimos a Dios que nos envíe a la gente laica que en toda su potencia desee servir a la iglesia. Jesús nos está llamando para abrir una puerta a tantos otros y abrir de par en par la posibilidad para las personas laicas de servir a Dios completa y totalmente.

La puerta que el Vaticano II ofreció a la gente laica esta lentamente abriéndose muy ancha. Queremos estrecharla más, pero también queremos que se abra más profunda. Deseamos dejarles saber a las personas que la vida completa de amor a Jesús es abandonándose uno mismo al Padre y sirviendo a la Iglesia a través de los dones del Espíritu Santo que están abiertos a la luz para todos.

También queremos abrir la posibilidad de dedicación, consagración y servicio para aquellos a quienes por medio de su compromiso a la vida del Centro de Oración quieran encontrar el camino a vivir plenamente su consagración a Dios. Esa posibilidad está abierta para aquellos que lo deseen, haciendo compromisos anuales al Centro de Oración, tal vez tomar la responsabilidad de tres o cinco años y después un compromiso plenamente completo y permanente por el resto de sus vidas.

Queremos dar la oportunidad de compartir nuestro ministerio a los hermanos y hermanas que viven una vida consagrada de celibato, tal vez una forma de profunda consagración y sacrificio la cual está ordinariamente presente en la vida laica, pero ahora con el Vaticano II con su adviento nos trajo a una clase nueva diferente de consagración, pero también una forma de consagración que en algún sentido iguala la consagración del celibato. No puede igualarse al compromiso de la consagración estricta del celibato, como es, obediencia y pobreza. Pero es igual en la dedicación total de la vida de uno mismo a Dios, Nuestro Padre por medio de Cristo Jesús. Y debe de quedar bien entendido que aun cuando el matrimonio o la vida de soltero no hace el sacrificio inicial y continuo que se practica en la vida del celibato también tiene y se está viviendo un sacrificio profundo y una cruz muy pesada.

Entrar dentro de una consagración explícita es para entregar uno su propia vida a Cristo de la manera que Él lo tenía previsto para todos nosotros a pesar de la clase de llamado que recibamos.

Así de esta manera el acto de consagración y de dar nuestras vidas completamente sobre todas las cosas a Cristo Jesús, el compromiso y consagración que se hace en la escuela encuentra su formación en la enseñanza, y si la persona así lo decide a fomentar más lejos su formación en la Escuela para la Dirección Espiritual, entonces desde ese punto de partida y para adelante empezará una vida de servicio para otros en el Centro de Oración. La realización de la vida de esa persona de entregar su vida a Dios puede ser un deseo sobre un periodo de tiempo, ese compromiso será la satisfacción de servir primero a Dios en relación con su cónyugue, la familia propia y después en una vida de servicio a la gente de Dios, a la Iglesia y al Centro de Oración.

Los Directores a los que nos referimos en este documento:

María Esther Barnetche
Centro de Oración del Sagrado Corazón
México, City

Ginny Antaya
Mercy of God Prayer Center
Austin, Texas, USA.


Padre James J. Wheeler, S. J.
Director Apostólico
Sociedad de Nuestra Señora
de Guadalupe
Marzo, 1998.

A los directores (as) de los Centros de Oración:

El año pasado fui invitado por Nuestra Señora a tomar un peregrinaje a Fátima. Fue un viaje muy largo y difícil pero también una experiencia maravillosa de unión personal con Dios. Innumerables bendiciones parecían flotar en el ambiente durante mi estancia en Fátima.

Durante este tiempo en Fátima, nuestra Señora me pidió dos cosas; una fue que en el próximo año tuviera una junta con María y Ginny. Así como fue pasando el tiempo, hice los preparativos para encontrarnos en el apartamento del Padre de María en Houston del 24 al 26 de febrero. Gloria Guerra del Centro de México se encontraba ahí debido a una cirugía y también para asistir a una reunión junto con María en un futuro próximo en Washington. Así que la invitamos a reunirse con nosotros.

Conforme se fue acercando la fecha de la junta empecé a rezar para realizar la agenda de las reuniones. Como ustedes saben y ya he mencionado en varias ocasiones, yo me pregunto si nuestro ministerio deberá de continuar más allá de nosotros. También se me ocurre que ésta es una pregunta muy importante ya que dos de nuestros directores de los Centros de Oración están en sus setentas y el resto en sus sesentas o más de cincuenta.

Pero lo importante fue lo que pasó en mi oración. Considerando que me abstuve simplemente de hacerme preguntas acerca de los sucesores y de las otras personas que hacen el trabajo de los Centros de Oración, porque no siento el permiso para proseguir. Yo ahora creo que el Señor estaba requiriéndome a que yo trajera la mayor posibilidad de obtener una continuación de los Centros de Oración y empezar a examinarlos como una posibilidad muy clara.

El manar de gracias estaba ahí para empezar a discutir los Centros de Oración como una sociedad de personas con diferentes cualidades dedicadas a la devoción y que esas personas se consagran en cuerpo y alma a Dios en Cristo Jesús y a través de su Madre María Santísima.

Habría la posibilidad de hacer que en la consagración de algunas personas hubiera un compromiso específico de un año, tres años y finalmente una responsabilidad permanente a una sociedad de gente devota a Jesús. Esta consagración se hará a Dios por medio de Jesús y María pero también incluirá devociones que a este punto yo le llamo la Sociedad de Centros de Oración.

En cuanto empezaron nuestras pláticas todos empezamos a sentir el calor del tema en una forma de devoción muy profunda, primero con Dios y ya después de la formación en los Centros de Oración, a dar nuestros servicios en algunos casos a tener un compromiso permanente.

Hubo un acuerdo general de lo que ya se había escrito (La carta a María y a Ginny incluida en este documento) y empezamos a arriesgarnos en otras áreas en donde tal vez podíamos decidirnos a establecer preceptos de una constitución, preceptos ganados en un cuarto de siglo en ministerio y de nuestra vida de oración, que a lo mejor pudiese ser la fundación de una sociedad que incluya a personas laicas y religiosas, pero que establezca las reglas y la dirección para responsabilidades seculares y así mismo como una consagración laica de sus vidas a Dios.

Con esta propuesta, la cual debemos de presentar al comité en abril y empezar a añadir las secciones de humildad, la Eucaristía y el Divino Sacramento.

Hacia el final de nuestra junta encontramos que tuvimos una sesión muy profunda. Recibimos las escrituras, 1a Crónicas 28. Esta es la historia de la promesa de Dios a David que él construiría el templo. Porque David era un guerrero, él no podía construirlo pero su hijo Salomón lo construiría. En este templo se guardaría el Arca de la Alianza.

Empezamos a sentir una confirmación de que Dios nos dio un mandato similar, que Él nos estaba llamando a construir una estructura, un templo en el cual las siguientes generaciones tal vez pudieran pasar a alabar a Dios para sentir su consuelo, su formación, su sanación y su guía.

En la presencia del Sagrario en el Santísimo Sacramento, la nueva Arca de la Alianza se formará de gente nueva que proclamará Su palabra, y vivirá la vida de Cristo Él cual vive en nosotros, traer consuelo a los que están espiritual, psicológica y físicamente con necesidades y sufrimientos.

inny nos dijo de una visión que ella tuvo hace algún tiempo y que me parece pertinente ahora.

Ella estaba en un desierto y al estar en ese lugar, un grupo de personas apareció en el horizonte, venían caminando hacia ella y traían cargando algo. A medida que se acercaron reconoció que eran personas judías que venían transportando el Arca de la Alianza. Ellos pasaron sobre ella en su jornada a través del desierto cargando el Arca.

Me parece que esta visión se puede referir a nosotros. Nosotros somos la gente que ahora transportamos el Divino Sacramento a través del desierto. Nosotros somos gente que fuimos reunidos en esta aventura y somos los que vamos llevando el Arca del Sacramento en nuestros corazones y es por eso que seremos formados como gente de Dios. En las que la Sociedad pudiera ser nombrada como la Virgen María, tal vez Nuestra Señora Reina de la Paz. Ese nombre se había mencionado con anterioridad y Marie pensó que el nombre tal vez tendría dificultades en México porque podría ser asociado con Medugorge.

Para todos nosotros es una devoción excepcional así mismo como una consagración muy especial para nuestra Señora. Ella es la que nos ha estado protegiendo bajo su manto y los Centros de Oración han estado creciendo bajo su protección. Así, que por ahora estamos conscientes del deseo de Nuestro Señor de continuar en un futuro, nosotros especialmente ponemos esa iniciativa en las manos de María Nuestra Protectora.

Es por medio de Ella que la visión completa de Jesús en cuanto a nosotros será satisfactoria. Si Jesús en el Santísimo Sacramento es el que nosotros adoramos, María es la principal adoratriz de Jesús e inscribirá en nuestros corazones los deseos de Dios y a través de su intercesión nosotros los cumpliremos.

Si nosotros somos responsables y gradualmente nos volvemos personas en las cuales la consagración a Jesús y María es un compromiso, entonces los Centros de Oración serán posibles, así como también se deberán de tomar en cuenta los puestos de oficina y la posibilidad de sucesión. Encarándonos con la realidad, y lo estamos haciendo, de la edad de nuestros directores, todos acordamos de proponer esta iniciativa a la mesa directiva.

Debemos empezar en los Centros de Oración donde esto es posible, la consideración en cuanto a puestos de oficina y la sucesión de aquellos a quienes son directores o mantienen otros cargos de importancia y trascendencia en los Centro de Oración.

Esto también involucra una consideración de la oficina del Director Apostólico, como yo ya tengo 61 años (ya sé que ustedes no lo pueden creer), es tiempo de tomar en cuenta a un sucesor y el camino a seguir para escogerlo. Discutimos esto y pensamos que al principio tal vez otro sacerdote pudiera ser la persona adecuada para este trabajo. Pero otro sacerdote pudiera ser alguien que no está familiarizado con nuestros programas o la manera de vivir que por ahora estamos formando. Esto significa que una persona laica de la Sociedad sería el Director Apostólico, y encontrar un sacerdote para ser Director Espiritual. Si Dios nos está llamando para continuar con nuestros Centros de Oración, entonces esto parece ser la manera más lógica de hacerlo.

Así que yo les pregunto a todos ustedes que tomen en consideración estas ideas y que recen y hagan vigilia por estas intenciones. En todos estos años, hemos estado buscando la voluntad de Dios. María y Jesús nos han guiado en un camino extraordinario. Hagamos oración y vigilia, busquemos la voluntad de Dios en este momento crucial de nuestra jornada. Ofrezcamos nuestros corazones más llenos y generosos a Jesús y María y veamos a dónde nos lleva esta herida tan profunda de amor.

Los directores a los que nos referimos en este documento:

María Esther Barnetche
Centro de Oración del Sagrado Corazón
México, City

Ginny Antaya
Mercy of God Prayer Center
Austin, Texas, USA.
OCTUBRE 2003

Por el Rev. James Wheeler, S.J. Director Apostólico

Nosotros somos la gente de Cristo Jesús que fuimos reunidos por medio del Espíritu Santo a la iniciativa de Nuestra Madre Misericordiosa, María de Nazaret. Hemos sido llamados a un ministerio de oración, sanación y transformación a través de Jesús Nuestro Señor.

Empezando con el sueño en el Espíritu que fue confirmado por dos personas las que empezaron este ministerio, el cual empezó a crecer por varios años en Syosset y Kings Park, en Long Island en el estado de Nueva York en los Estados Unidos de América. En esos tiempos se preparó la formación del programa de la Escuela de Desarrollo Espiritual y Sanación Interior (School of Spiritual Growth and Inner Healing). Este ministerio se continuó en Albuquerque Nuevo México y ahí fue en donde nació el programa para el desarrollo del ministerio de la Escuela de Dirección Espiritual. A través de estos programas, el ministerio de los centros de Oración se ha difundido desde Texas y México y de México a España.

Por décadas con la lealtad de Jesús y la fidelidad de María guiándonos, hemos perseverado bajo la orientación del Espíritu Santo. Hemos descubierto en conjunto con otras personas los milagros y el poder maravilloso de la oración en nuestras vidas. Estas oraciones han dado innumerables sanaciones de cuerpo, alma y espíritu a miles de personas. Y a medida que continuamos con nuestras oraciones y ministerio, hemos encontrado que podemos dar una gran ayuda en cuanto hay heridas profundas que ocurren por el abuso, dolor muy hondo, depresión y varias formas de enfermedad mental. Nuestro ministerio está basado en la oración pero también está profundamente integrado a los principios psicológicos y físicos con los cuales nosotros trabajamos en coordinación con psicólogos y psiquiatras.

Conforme hemos seguido en este ministerio, la orientación del Espíritu se nos ha revelado. La perseverancia al trabajar y vivir con las heridas y pecados que nos quedan, nos ha enseñado a desarrollarnos en la sabiduría, prudencia y comprensión. Con esto hemos evadido la trampa terrible de la víctima quejumbrosa y de la persona sumergida en una relación dependiente en donde hay muy poca o ninguna salida.

A través del poder de Jesús, la luz de Cristo ha venido misericordiosamente a vivir en nosotros. A pesar que tal vez podemos ser los últimos y los menos dignos en el Reino de Dios, el Espíritu Santo nos ha enseñado el camino de la sanación, el camino para avanzar nuestras vidas en el Espíritu y la entrada a la eternidad que en este mundo está claramente prometida para la siguiente vida. Con esto hemos encontrado a tiempo el significado de todos los eventos de nuestras vidas ya sean buenos o malos.

En el ministerio de nuestra Madre Bendita a Juan Diego, encontramos la continua presencia de la inquietud del Padre por todos nosotros de traer la misericordia a los pobres y la justicia para todos, por eso es que la sanación y transformación ocurre solamente a través de la misericordia. Y es solamente que por medio de la justicia personal y social se solidifica. Nosotros debemos recordar cuando Nuestra Señora amonestó a Juan Diego en su segunda aparición. Él iba a visitar a su tío que estaba enfermo, dándole prioridad a su tío antes que a Nuestra Señora. María de repente lo detuvo y le dijo: “¿A dónde vas?” María le dijo que ella cuidaría de su tío. Su trabajo de él era ser obediente, así que Juan Diego fue a ver al obispo, eso era algo que él había estado evadiendo, pero cuando obedeció se reveló en su tilma la imagen de Nuestra Señora y cayeron las rosas.

Nuestro ministerio no está basado en la compasión humana, que es parte de ello. Nuestro ministerio está basado en la obediencia a Dios y obediencia en la comunidad. En esta obediencia somos testigos de la misericordia y el amor de Dios para la comunidad y para todos aquellos a quienes nosotros servimos con nuestro ministerio. Somos testigos del poder y la misericordia de Jesús en la vida de otras personas. Somos testigos de la tierna, profunda y maternal preocupación de María nuestra Madre en la vida de otros. Es por medio de ellos que la salvación, transformación y sanación son continuas y reales.

A través de los años hemos crecido en nuestra relación con Jesús y María. Y los religiosos consagrados que viven alrededor de nosotros han visto el poder de devoción y santidad que está muy presente en las personas laicas. En cuanto a los religiosos, nosotros nos comprometemos bajo la primera responsabilidad que hicimos a nuestras órdenes religiosas y después a la pertenencia a los Centros de oración.

Como personas laicas deseamos colocar nuestras vidas bajo el poder de María y Jesús y la autoridad de la Iglesia Católica. Este compromiso de entrega y devoción nos ha llevado a proponer que nosotros quienes fuimos llamados de esta manera, sin reservas de voluntad propia nos consagremos a Jesús a través de Nuestra Madre Bendita. Nosotros nos comprometemos a la devoción de la Sociedad y a su ministerio en una forma específica.

No deseamos nunca más estar solamente al borde, haciendo cosas buenas de vez en cuando. Deseamos colocar toda nuestra vida, todo lo que hacemos y todo lo que somos, bajo la consagración y la devoción a Jesús a través de la Madre de las Américas y del mundo, Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe.

Para hacer esto en una forma seria, hemos propuesto estas constituciones como la manera de vivir, así como la estructura y contenido de nuestra consagración. No queremos hacer simplemente una consagración y olvidarnos de ella. Queremos que ésta sea parte de nuestra vida y vivir esta consagración en una forma de valores concretos. No queremos que estos valores nos lleven dentro de intensos escrúpulos de culpa pero que leyéndolos, deseemos vivirlos de la mejor manera posible.

Jesús desde el principio de su actividad evangelizadora inició proclamando el Reino de Dios y realizando su actividad taumatúrgica en diferentes líneas.

De los 34 milagros relatados en los Evangelios como “milagros”, “prodigios”, ”acciones de poder”, ”signos” y/o ”obras”, los más numerosos son los 21 casos de “curación de enfermos”.

Los milagros son “acciones misericordiosas de Jesús Salvador”. Al participar del ministerio de sanación interior, nos volvemos instrumentos, para que Él accione y se “manifieste la gloria del Hijo Único” (Juan).

En la SOCIEDAD DE CENTROS DE ORACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, A.C. que tiene como misión este ministerio, nos enfrentamos a nuestra naturaleza humana fallida. Ante esto la visión del padre James J. Wheeler S.J., conocedor de la naturaleza humana junto con los directores de los Centros, nos regalan estas constituciones, que no son leyes sino lineamientos, sugerencias, consejos, para mantenernos unificados en el mismo propósito espiritual y de servicio. Ya bien lo decía Pablo en su 1 ª Carta a los Corintios: “Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio”.

Respetar las Constituciones libremente y con amor nos ayuda a afirmarnos en las personas que Él creó en nosotros y así poder ser partícipes de la edificación del Cuerpo de Cristo y proclamar el Reino de Dios.

Las Constituciones nos llevan de la mano para mantenernos firmes y continuar el crecimiento espiritual haciéndonos mejores personas, servidores de Dios.

Podemos notar que están divididas en cinco grandes partes:

En la primera parte nos aclaran cuál es el objetivo primordial del ministerio de oración de curación interior, cuál es la misión que debemos perseguir; los medios con los que se cuentan y como utilizarlos; y nuestra espiritualidad, que nos invita a vivir e imitar el amor de Jesús con los votos de pobreza, castidad y obediencia, que estas constituciones nos explican claramente en qué consisten.

En la segunda sección, este documento nos acerca para tener un contacto con el Señor. Es a través de la humildad como nos vinculamos con Cristo, que sufrió la pasión, murió voluntariamente y resucitó para perdón de nuestros pecados y para nuestra salvación. Y nos encontramos con Jesucristo en la Eucaristía y en el Santísimo Sacramento.

Al estudiar la tercera parte somos incorporados a la comunidad y analizamos la manera en que pueden llevarse a cabo nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás. Encontrar nuestra identidad es nuestra entrada a la comunidad y como lograr estar plenamente presentes con los otros.

En esta cuarta sección el Padre Wheeler en estas constituciones nos muestra realidades de la vida a las cuales nos enfrentaremos y lucharemos, como son la soledad y la libertad. Como alcanzar la purificación al entrar en la familia o en la comunidad, pero también la necesidad de reconocer la existencia de límites.

Como último punto se nos habla de la unidad, tomando conciencia de estar y pertenecer al Cuerpo Místico de Jesús, de la importancia de sabernos miembros y vivir así tomando en cuenta todos los demás puntos tratados.

Isaías 42, 1-9 Lucas 5, 1-11
Juan 20, 24-28
Mateo 9, 1-6
Santiago 1,27

1. Somos personas que nos hemos dado cuenta de que el movimiento total de nuestro corazón y el propósito de nuestra vida es alabar a Jesús con todo nuestro corazón, adorar al padre con todo nuestro ser y buscar la gloria del Dios Eterno bajo el poder del Espíritu Santo.

2. Somos personas que hemos sido tocadas y movidas por el amor maternal de Nuestra Señora, la Bendita Madre de todos nosotros, que nos ha tocado con su amor inmenso, su profundo interés por nosotros y su profunda feminidad, para seguirla en el amor grande y el servicio sin fin a su hijo, Jesucristo, Nuestro Señor.

3. Al entrar en el corazón de María, y en la historia de Guadalupe, descubrimos la misericordia divina y la compasión de su hijo por todos los pobres, quebrantados, derrotados, refugiados y sin hogar en este mundo. Deseamos por nuestra intercesión y nuestra acción en Jesús y a través de María mostrarles la profunda preocupación de nuestro corazón y nuestro gran deseo de llevar la justicia de Jesús a sus corazones y a sus vidas.

4. Y deseamos aprender de ellos, hasta de los más abyectos y desanimados, las lecciones de supervivencia, recuperación y crecimiento en Dios que hayan conocido y que nos puedan enseñar con sus vidas, sus palabras y su capacidad de sufrir a través de situaciones extraordinarias.

5. En especial sentimos que nuestra misión es hacia aquellos que sufren una pena especial en el corazón y en el espíritu. Queremos estar presentes y tocar especialmente a aquellos que sufren de enfermedades mentales, cuyas vidas están en confusión y debilidad personal y que llevan todas las marcas de la coronación de espinas. Deseamos escuchar con compasión y esperanza el grito de Jesús hecho continuamente por toda la tierra en el profundo dolor y a menudo en la desesperanza de sus vidas, ese grito de Jesús; ¿Por qué me has abandonado?

6. Deseamos, con todo nuestro corazón, remediar la profunda injusticia, el esquivar trágico, la lacerante indiferencia con que se trata a los enfermos mentales, a los deficientes mentales y a los mental y espiritualmente incapacitados.

7. Somos sus hermanos y hermanas. Pero lo somos también porque a veces hemos sufrido como ellos. El lazo mutuo del Espíritu es un aliento fuerte para perseverar en tiempos de sufrimiento y para tener confianza en tiempos de recuperación.

8. También queremos entrar dentro del poder sanador de Jesús hacia aquellos que han sido física y mentalmente abusados, para aquellos que han sido derrotados por la pena y el duelo, para aquellos abandonados por su padre o su madre o por aquellos encargados de cuidarlos, para aquellos que sufren Jesús. por las memorias del pasado que paralizan su alma, para aquellos que viven en la esclavitud de pecados ancestrales, aquellos esclavizados por la codependencia, en fin todos aquellos que vienen a nosotros y necesitan la intercesión de María, el poder sanador del Espíritu, el bálsamo sanador del auto conocimiento verdadero y la profunda compasión de su amigo.

9. También queremos estar disponibles para dirección espiritual para esas almas que desean ir más allá en su caminar con Cristo, que buscan Su constante guía y la ayuda de Su Madre María y quieren entrar en una unión más profunda con Dios, su Padre amoroso, que desean también una sanación más completa en su acompañamiento con Jesús, un darse cuenta de su propia valía y del inmenso amor que Dios les tiene y del deseo que ha puesto en ellos para que entreguen su vida en el servicio y en el amor cada vez más pleno hacia los demás.

10. Y deseamos siempre darnos cuenta de que somos instrumentos del amor, la verdad, la sanación y la dirección de Dios y que es Jesús mismo quien realiza todo este ministerio. Y aunque tenemos que aprender lo más que podamos, debemos, al someterle nuestra mente a Él, darnos cuenta de que dependemos completamente de Él para realizar este ministerio.

Juan 9, 1-6
1ª Corintios 12,4-11
1ª Corintios 3, 9

11. Estamos abiertos a todos aquellos que vienen a nosotros necesitando sanación, apoyo en su sufrimiento, que desean entrar en una vida de oración y conversión y quienes, con la ayuda de Jesús tienen un deseo honesto y sincero de enfrentar quiénes son.

12. Para aquellos que deseen entrar en una experiencia más completa de sanación o que desean una formación espiritual más completa, nuestro principal programa de formación, sanación y transformación es la Escuela de Crecimiento Espiritual y Sanación Interior.

13. Para aquellos que desean sanación psicológica y no una conversión profunda en la vida de Jesús, podemos recomendarlos lugares para terapia que son más adecuados para lo que ellos desean.

14. Esta Escuela depende en esencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

15. Esta Escuela y su fuente en los Ejercicios es reconocida como la clave para la formación. Así que la entrada en la Sociedad de Nuestra Señora de Guadalupe depende del reconocimiento de haber completado la Escuela de Crecimiento Espiritual y Sanación Interior (Wheeler 1) .

16. Para cada uno de nosotros hay una respuesta interior de continua conversión a Jesús y a María. Se nos pide crecer en el proceso de responder continua y consistentemente a las gracias interiores que el Señor nos da constantemente. También somos llamados a tener cada día un mayor auto conocimiento y auto aceptación con la ayuda de Jesús.

17. Parte de este proceso de conversión es un retiro anual. Todo miembro de esta Sociedad debe hacer al menos un retiro de cinco días cada año. Este retiro debe ser sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio o sobre los pasos de la Escuela de Crecimiento Espiritual y Sanación Interior.

18. La Sociedad puede desarrollar muchos ministerios para los enfermos mentales y los privados espiritualmente. Pero los instrumentos de formación para el ministerio de oración por los enfermos es la Escuela de Preparación para el Ministerio (Wheeler 2) Antes de entrar en cualquier ministerio de oración o dirección espiritual, deben estar certificados en esta Escuela, así como en la Escuela de Crecimiento Espiritual y Sanación Interior.

19. Para entrar a la sociedad y hacer la Consagración, se necesita un periodo de formación de por lo menos seis meses durante los cuales el candidato/a puede estudiar los documentos de la consagración y estas constituciones.

20. El período de formación y la discusión del material de la Consagración y las Constituciones durante seis meses por lo menos deberá incluir al menos dos fines de semana u ocho sesiones para discutir, internalizar y personalizar el material.

21. Durante este tiempo el director de formación, de acuerdo con el director/a del Centro pueden empezar a discernir el ministerio específico de cada persona en la comunidad.

22. El director/a de formación estará en búsqueda de aquellos que sean adecuados para el ministerio de oración de curación interior y el de dirección espiritual.

23. De la misma manera el director/a de formación estará al pendiente de aquellos que tengan otros dones para la comunidad, tales como visitar a los enfermos, acompañar y visitar personas con enfermedades mentales, visitar a los prisioneros, a aquellos que pasan por un periodo de duelo o periodos intensos de curación interior, de sanación del abuso y muchas otras áreas de ayuda a los enfermos mentales o los mental y espiritualmente privados.

24. El director/a de formación también estará pendiente de aquellos con habilidades para los trabajos prácticos de la comunidad tales como el trabajo secretarial, el de administración, el de computación, de chofer, o cualquier otro que sea necesario para el bienestar de la comunidad.

25. Todos los trabajos en los que se reconozca la membresía de la comunidad requieren de la Escuela de Crecimiento Espiritual y Sanación Interior (Wheeler 1) .

26. Muchos trabajos pueden no requerir la escuela de Dirección Espiritual (Wheeler 2) pero pueden requerir otros tipos de preparación.

27. Aunque hay diferentes ministerios en la comunidad y diferentes clases de autoridad, todos debemos observar la profunda reverencia debida a cada persona en la comunidad. Ningún ministerio debe ser visto como superior a otro.

Lucas 8, 9-15
Mateo 16, 24-28
Efesios 3, 14-19

28. Deseamos vivir vidas de completa entrega interior y obediencia a Jesús en el Padre y no de farisaísmo y respetabilidad puramente externa.

29. Respetamos profundamente el don del celibato y la consagración de hombres y mujeres con los votos de pobreza, castidad y obediencia. Esperamos y oramos para que muchos sean llamados a esa forma sagrada de vida y al don de la ordenación sacerdotal en la Iglesia.

30. Pero también deseamos reconocer, a través de la consagración profunda de nuestra consagración a Jesús a través de María, que la vocación de la vida de matrimonio y de la vida de solteros es un llamado sagrado de Dios y un llamado profundamente respetado dentro de la Iglesia.

31. De acuerdo con esto deseamos entregar nuestras vidas completamente a Jesús y consagrar el resto de nuestros días al amor y al servicio del Padre.

32. Queremos dar nuestras vidas a Jesucristo para poder vivir total y completamente para el amor del Padre a través de Jesús, quien es y que vive dentro de nosotros para mostrarnos el Camino, la Verdad y la Vida.

33. Con Cristo, deseamos vivir vidas de perdón y de amor para poder ser testigos de la justificación de todos en Jesús.

34. Para que todos podamos ser justificados a través de la misericordia y el amor de Jesús, buscamos tener la responsabilidad por nuestras faltas y defectos para que podamos ser perdonados y entrar en la plenitud de la justificación en Jesús. Parte de esa responsabilidad es entrar en una responsabilidad mutua, que se ejerce sin un juicio final para que podamos perdonar y ser justificados ante los ojos de unos y otros.

35. Aunque vivimos nuestras vidas en el perdón y el amor de Jesús por todos, reconocemos que todos necesitamos llenar las demandas de la Justicia en y a través de Jesús. Así que el perdonar y amar a alguien no lo exonera de la necesidad de arrepentimiento y penitencia si ha hecho mal a alguien.

36. Nos damos cuenta que todos los dones que recibimos y todo el bien que hacemos vienen de una total dependencia en la Misericordia de Dios. No podemos depender de nuestra propia rectitud o de nuestra propia sensación de santidad, sino que, por la gracia del Espíritu, estamos en la generosidad de la Trinidad, hechos rectos y justos por la mediación compasiva de Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

37. Al llegar a conocernos a través de la ayuda y mediación de Jesús y del Espíritu Santo, deseamos discernir la diferencia entre el yo falso y el yo auténtico y real que se encuentra en la Palabra de Dios, Nuestro Señor Jesucristo.

38. Aunque podemos obtener algo de otras formas de meditación, tales como la diferencia entre el conocimiento objetivo y el subjetivo, nuestra oración es siempre en el contexto de un encuentro con Dios a través de Jesús y con la ayuda de nuestra Madre, María.

39. En esa honestidad y transparencia y a través del don de amor y verdad dados por el Espíritu y aumentados por la presencia de María en nuestras vidas, buscamos una transparencia real y genuina entre nosotros y Jesús. Nuestra oración entra en el misterio de Dios a través de Jesús por el poder del Espíritu Santo, el misterio de nosotros mismos y el misterio de unos y otros que está más allá de las palabras.

40. A medida que pasa el tiempo deseamos liberarnos de los apegos desordenados y de las adicciones que nos separan del amor completo de Dios y de un amor genuino y no egoísta entre unos y otros.

41. Liberarnos, en el proceso de nuestra vida, de los apegos desordenados y de las adicciones, no puede hacerse simplemente por el poder de nuestra voluntad, sino debe venir a través de un humilde colocar nuestras faltas en las manos de Jesús y pidiéndole a Él el poder para superar esas faltas, esos apegos desordenados y esas adicciones.

42. A pesar de ser esa nuestra meta, nos damos cuenta de que debemos de ser pacientes con nosotros mismos, aceptando quiénes somos y dónde nos encontramos para que la auto condenación no emponzoñe nuestras vidas. Sino más bien, a través de la admisión constante de nuestras faltas ante Jesús y María, un constante perdonarnos a nosotros mismos, un intento genuino de perseverar y la admisión humilde de nuestro deseo de ser liberados y de nuestra incapacidad de hacerlo por nosotros mismos, es como gradualmente llegaremos a la libertad que tanto deseamos.

43. Aunque ponemos a Dios y a otros antes que a nosotros, debemos darnos cuenta que encontrar la gracia legítima de amarnos a nosotros mismos por amor de Dios es esencial para obedecer el segundo mandamiento de amar a los otros como me amo a mí mismo.

44. De ese modo, como en el caso de Pedro, el proceso de conversión envuelve un profundo perdón y amor para mí mismo en y a través de Jesús y de María para que el testimonio de ese amor y perdón a mí mismo en nuestra vida sea un testimonio verdadero para nuestra familia y para aquellos por quienes oramos. A menos de que intentemos primero vivir las gracias que pedimos para otros, nuestra vida y nuestro ministerio no será auténtico.

45. Si no tememos ser honestos con nosotros mismos y al entrar en la verdad de nosotros mismos en la Palabra, para que la imagen nuestra sea la de quién somos realmente, podremos sobreponernos a la falta más grave en la mente de Jesús, la de la hipocresía. En la parábola del fariseo y el publicano, el profundo y continuo arrepentimiento del publicano lo lleva al profundo amor de Jesús y eventualmente a un amor legítimo por sí mismo. Mientras que el fariseo ama una imagen falsa de sí mismo, una imagen de falsa rectitud, la pretensión de que puede alcanzar la perfección por sí mismo, que es esencialmente diferente de lo que realmente es. El publicano en su sinceridad y humildad atrae profundamente el amor de Jesús. Jesús ama al publicano porque es transparente al revelar su debilidad y su ser real ante Dios. Dios nos continúa amando a todos, pero no puede amar el sí mismo fabricado, pretencioso, falso.

46. Así que una petición profunda y continua al Jesús de la Misericordia Divina es la fuente de nuestra constante vida en Dios.

Mateo 26, 36-46
Juan 7, 16-19

47. Al abrirnos completamente a Dios bajo la mediación de Jesús nos damos cuenta que el sometimiento a Dios nuestro Creador es el sometimiento continuo de nuestra mente, nuestro corazón, nuestro espíritu y todas nuestras relaciones a Él.

48. El descubrimiento de nuestro sí mismo real está en el sometimiento de nuestro amor egoísta y nuestro interés propio a Dios, Espíritu Santo para que seamos profundamente purificados.

49. Encontramos quiénes somos en el sometimiento de nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad a Dios Padre Todopoderoso, Creador y Señor. Sin este sometimiento vivimos en un mundo en donde la necesidad de adorar se dirige erróneamente a la adoración propia o de otros.

50. Estamos llamados a encontrar la verdad de quiénes somos como seres humanos. Esa verdad se vive en la obediencia de nuestra mente, corazón y voluntad al Padre a través de Jesús. El descubrimiento de quiénes somos es el descubrimiento de la obediencia.

51. Al abrirnos a la profunda obediencia de nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad, la oscuridad de nuestra propia voluntad y nuestro egoísmo es penetrada. Abandonamos el seguimiento de nuestra propia luz para permitir que la luz de Dios entre en nuestra personalidad y nos revele quiénes somos en la mente y la voluntad de nuestro Creador.

52. La apertura continua a la obediencia y a la conversión es el camino en el que encontramos a nuestro ser verdadero en Dios y abandonamos el sí mismo falso para que se disuelva en el error de este mundo.

53. El sometimiento continuo a Jesucristo Nuestro Señor también incluye el descubrimiento del rebelde dentro de nosotros. Ya sea que ese rebelde venga de nuestra niñez, de nuestra edad adulta o de nuestros ancestros, se nos pide que lo confrontemos, que encontremos la forma de someterlo a Jesús y de transformar la energía de la rebelión en la energía de la obediencia.

54. La transformación de la energía de la rebelión es también encontrar la rebeldía legítima de Jesús al pecado, la hipocresía, el mal, la injusticia y la opresión. Esa rebeldía surge de una profunda obediencia al Padre y del deseo de mantener la santidad de Su Creación.

55. En nuestro anhelo de entregarnos completamente a Dios en un continuo abandono de nosotros mismos y de nuestras vidas, debemos pedirle humildemente que nos revele las formas en las que estamos, consciente o inconscientemente resistiéndonos a Él.

56. Si no descubrimos las fuentes de nuestra resistencia a Dios y a la totalidad de nuestra entrega a Él tanto en nuestra propia voluntad como en nuestras heridas, podemos pretender que lo estamos obedeciendo pero en realidad estamos yendo en contra de Él.

57. Nuestra resistencia puede ser capricho o complacencia, pero también heridas del pasado que han debilitado nuestra confianza en Él, añadidas a una resistencia inconsciente a las súplicas del amor y del servicio generoso hechas en la profundidad de nuestro corazón por el Espíritu Santo. La sanación completa de esas heridas envuelve la restauración de la confianza en Jesús y en Dios Padre.

58. El camino de la obediencia es no sólo el de nuestra obediencia a la continua revelación de nuestra conciencia interior en su relación con la Palabra de Dios, sino en la humilde sumisión de nuestra voluntad a Jesús en Su Iglesia.

59. La autoridad de la Sociedad está cimentada en la sumisión al Director apostólico en turno de la Sociedad de Nuestra Señora de Guadalupe y a los obispos particulares en el lugar donde se encuentren los Centros de Oración.

60. Para no ser víctimas del autoengaño en el discernimiento de la voluntad de Dios, estamos llamados a ser responsables y obedecer a la Iglesia y a la Sociedad de Nuestra Señora de Guadalupe y a aquellos en posiciones de responsabilidad en la Sociedad.

61. En nuestra obediencia hacia aquellos con autoridad en la Sociedad de Nuestra Señora de Guadalupe, encontramos la manifestación concreta de nuestro profundo deseo de obedecer la Voluntad Divina y de sobreponernos a nuestra propia voluntad.

62. Aunque nuestro compromiso sea el de obedecer, habrá no obstante ocasiones en las que se nos pida hacer algo que viola la ley de Dios o un prohibición fuerte de nuestra conciencia. Debemos informar a la persona en autoridad para que, si es el caso, se pueda llegar a un arreglo que satisfaga la autoridad de la Sociedad y la conciencia individual de la persona involucrada.

63. Aquellas personas con autoridad en la Sociedad deberán tener cuidado de consultar con los miembros de la misma en el caso de tener que tomar una decisión. Aunque necesitan la libertad para ejercer el poder del liderazgo y de la autoridad, deben tener cuidado de evitar cualquier tipo de dominio o exceso de control.

Mateo 5, 3 Mateo 6,19-22. 24
Mateo 19, 30
Santiago 2, 1-9
1ª Corintios 3, 9

64. Pobreza es el reconocimiento de que el apego desmedido a las cosas materiales puede producir una profunda enfermedad de avaricia, glotonería y posesividad en la persona.

65. Pobreza es el soltar los apegos desordenados a las cosas materiales para que no nos separen de Dios y de los demás.

66. Pobreza de espíritu es reconocer que mientras más pobre soy en espíritu, más cerca puedo estar de Dios y más libre puedo ser en relación con los demás y es también la clave para mi propia libertad interior.

67. Mientras más rico trato de ser personalmente poseyendo dinero y cosas materiales, más dejo fuera a Dios y a los otros, los convierto en objetos, y mientras más me veo como un producto o una cosa, más bloqueo mi camino como persona o como hijo o hija de Dios.

68. Al entrar en la generosidad con respecto a las cosas que poseo y en todas las otras áreas de mi vida, más puede el Señor ser generoso conmigo en darme lo que necesito surgiendo de Su gran abundancia.

69. Mientras más entro en la mezquindad y la tacañería menos proveerá el Señor para mí.

70. La pobreza pide que tanto legal como personalmente, aunque yo pueda presentar mis necesidades al Centro de Oración y ellos vean qué se puede hacer, yo, de ninguna manera veré al Centro de Oración como un lugar para hacer dinero o hacerme rico.

71. Para poder conservar los Centros de Oración como lugares donde se viva la pobreza, los directores, los ministros y los trabajadores no deben poseer ninguna propiedad de los Centros, oficinas, o bienes.

72. Si acaso, el Centro de Oración debe ser un lugar donde cada uno pueda considerar sus necesidades legítimas y las pueda satisfacer, es un lugar donde cada uno, individual y corporativamente se encuentren pobres delante del Señor.

73. Pobreza es aceptar la responsabilidad fiscal para mi familia y para el Centro de Oración.

74. Para realizar el trabajo que tengo que hacer en el Centro de Oración, puedo presentar mis necesidades económicas al Centro para poder tener más libertad para ejercer mi trabajo con responsabilidad.

75. Solamente si el Centro tiene los medios para ayudar y considera que la petición es sincera y honesta podrá responder a ésta.

76. Mientras más deseo servir al pobre, más podré ser sanado yo mismo.

77. Pobreza es permitir a una persona la separación y soledad que necesita para crecer.

78. Pobreza es entrar en mi propia soledad y confrontar mi propio aislamiento para poder crecer.

79. Para ejercer la pobreza se demanda que ejerzamos responsabilidad y propiedad sobre nuestras vidas.

80. Una pobreza madura es continuar sometiendo nuestra responsabilidad y propiedad en el proceso de ejercerla.

81. Pobreza es darme cuenta gradualmente de mis necesidades reales, presentarle esas necesidades al Señor y hacer la diferencia entre esas necesidades y las necesidades falsas o los deseos que me he creado yo mismo.

82.Si estoy en lugar de pobreza real, cuando no puedo cubrir alguna de mis necesidades legítimas, o tengo hambre o me siento derrumbado, puedo usar esa pobreza como el lugar profundo para entrar en la cruz de Cristo quien careció de todas sus necesidades legítimas en la Cruz.

83. Pobreza es la aceptación de la cruz que Dios permite en esta vida.

84. Pobreza es acompañar y tener compasión de aquellos que han sido privados injustamente de sus legítimas necesidades.

85. Pobreza es la aceptación de la cruz de la vejez, de la enfermedad o la debilitación y a medida que mi pobreza crece a medida que transcurre la vida, mi creciente dependencia de otros puede ser una forma de entregar mi espíritu completamente en las manos de Dios.

86. Al vivir una mayor pobreza de espíritu y un mayor desprendimiento en el Señor, las riquezas del momento presente, de la gracia, de la palabra que nos rodea con la presencia de Dios, las riquezas del reino de Dios, se hacen más reales y presentes para nosotros. Pobreza es aquello exterior o interior que nos impide estar cerca de Jesús. No significa renunciar a todo lo que poseo, sino saberlo usar y compartir.

Juan 17
Efesios 6, 1-4
Efesios 3, 14-15

87. Pobreza en la vida familiar es dejar a Dios en el centro de la familia.

88. Pobreza es el ejercicio de la administración y la paternidad como venido del Señor y no temer su ejercicio.

89. Pobreza madura es el sometimiento total de esa administración y de los roles parentales mientras se ejercen.

90. Pobreza es el continuo ejercicio del amor y el perdón en la vida familiar.

91. Pobreza en la vida familiar es el darse cuenta de que muchas veces no tenemos la capacidad o el derecho de hablar a nuestros hijos o nietos. Habrá ocasiones en que debemos hacerlo o debemos disciplinar, pero otras debemos dejarlos sufrir o cometer errores que son visibles para nosotros y acerca de los cuales no podemos hacer nada más que orar y ofrecer nuestra vida por ellos.

92. Al vivir una pobreza de espíritu más profunda y un desprendimiento más fuerte en el Señor, las riquezas del presente momento, de la gracia y del mundo que nos rodea con la presencia de Dios, las riquezas del reino de Dios se hacen más presentes para nosotros.

93. Pobreza es el sometimiento de la familia a Dios, la consagración de nuestra familia a Él para que Dios pueda tomar posesión de ella.

94. A través de mi sometimiento personal del control y el poder sobre mi familia, le permito a Dios que me use como canal de gracia para mi familia y para que fortalezca tanto mi administración como la de cada miembro de mi familia.

Mateo 15, 19
Gálatas 5, 16-26
1ª Corintios 3, 16

95. Estamos llamados a tener un profundo respeto y reverencia hacia cada persona que conocemos, cada persona por la que oramos, cada persona con la que nos asociamos.

96. Jesús es el Salvador y el único que puede preservar completamente nuestra personalidad. Nosotros estamos llamados a ayudar a las personas, no a salvarlas.

97. Estamos llamados a ayudar a las personas a preservar su libertad no a oprimirlas.

98. Estamos llamados a respetar la libertad, el espacio y los límites de otras personas.

99. Aunque todos necesitamos relaciones y amistados profundas, necesitamos adorar solamente a Dios y a no establecer relaciones de dependencia que son una forma sutil de adoración de unos a otros y disminuye severamente la libertad legítima y la personalidad de la otra persona.

100. Aunque estamos llamados a ejercer las responsabilidades que la comunidad nos otorgue debemos darnos cuenta de que no debemos oprimir o limitar la libertad legítima de otra persona intentando controlarla o dejando que nos controle.

101. Estamos llamados a responder a las personas y a tratar de no reaccionar por nuestras adicciones o nuestra ira o irritabilidad.

102. Debemos reconocer que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Perder la reverencia hacia otros y establecer relaciones de dependencia sexual que resulten en fornicación, adulterio o manipulación, sería violar la libertad sagrada y el cuerpo sagrado de otro.

103. Por nuestra reverencia hacia la masculinidad y feminidad de unos y otros y la afirmación de esa masculinidad y feminidad, podemos ayudarnos a desarrollar un respeto sano y santo por nuestra sexualidad.

Lucas 14, 12-14
Juan 17, 7-10
Isaías 53, 1-7
Marcos 9, 34
Filipenses 2

104. A medida que experimentamos nuestro pecado y nuestra fragilidad en nuestra vida ordinaria, así también experimentamos la profundidad de Su misericordia en nuestra vida diaria.

105. Debemos estar siempre alertas de los peligros del orgullo y de la soberbia espiritual, así que necesitamos recordarnos que nosotros, que experimentamos nuestro pecado más profundamente que los demás, somos los más necesitados de Su misericordia.

106. Recobramos el sentido profundo del amor de Dios por nosotros no porque seamos más que otros sino por ser menos que otros.

107. Habiendo admitido nuestra profunda necesidad de misericordia y amor, experimentamos Su profundo amor y misericordia personal en nuestros corazones individuales.

108. No es en el tiempo de la perfección y del poder, sino en el tiempo y en la profundidad de nuestra humildad, la humildad de María, nuestra Madre, que hemos sido amados misericordiosamente una y otra vez en la profundidad de nuestro ser.

109. Hemos sido llevados a esta humildad, que es el don de Nuestra Señora, por las aflicciones y la cruz que se nos ha pedido llevar.

110. Deseamos estar constantemente pendientes de los peligros recurrentes del orgullo espiritual, del altar interior donde secretamente veneramos el ídolo de nosotros mismos y nos damos la veneración por las cosas que somos o hacemos. Así alejamos de nosotros la gratitud y alabanza a Dios, lo cual puede llenarnos de gran gozo.

111. Aunque debemos tener un profundo amor hacia nosotros mismos en Dios, y un conocimiento adecuado de lo que hemos hecho, debemos darnos cuenta, con profunda humildad, de que sin Dios no podemos ser ni hacer nada.

112. Para ayudar a los afligidos y a aquellos que llevan la cruz en una forma extraordinaria, hemos experimentado nosotros la aflicción y la carga de la cruz.

113. Si Dios permite más aflicción y sufrimiento, algo que no pedimos, pero recibimos, sabemos que se nos han dado como un poder de intercesión para el ministerio y una forma de entender y empatizar con aquellos que llegan a buscarnos.

114. Para ayudar a los que están heridos, también hemos sufrido por nuestras heridas.

115. Llevamos las heridas de Cristo en nuestro propio cuerpo, para que aquellos que han recibido heridas similares puedan darse cuenta de que nosotros también hemos sido heridos. En el compartir (no proyectar o cargar al otro) de las heridas de Cristo, encontramos el proceso continuo de la aceptación mutua de las heridas del cuerpo quebrantado de Cristo y de una sanación eventual.

116. Aunque estamos aprendiendo a ser muy competentes en nuestra profesión de orar por las personas que se acercan a nosotros para ser sanadas, no estamos haciéndolo desde una situación de superioridad sino de humildad como hermanos y hermanas que han experimentado las heridas de Cristo en nuestro propio cuerpo.

117. Aunque aquellos que vienen a nosotros deben confiar en que tenemos las herramientas necesarias de oración y consejo y madurez para ayudarlos, no debemos proyectar nunca una simple relación de doctor-paciente. Así el cliente piensa de sí mismo como que es el herido y nosotros los completamente sanados, lo cual es una ilusión mutua.

118. El cliente y el director espiritual o ministro de oración pueden engañarse pensando que la sanación real se da por un proceso de auto perfeccionamiento más que por la humildad personal y el perdón.

119. Sólo siendo realistas acerca del lugar continuo de la Misericordia de Dios en nuestras vidas es como podemos ayudar al cliente a que acepte humildemente ese perdón y esa Misericordia en su vida.

120. Habiendo experimentado la misericordia de Dios en nuestras propias vidas y continuamos experimentándola, podemos ser testigos de esa misericordia en las vidas de los demás.

Mateo 26, 26-29
Juan 6, 25-58

121. Es un lugar y un evento donde podemos ser tocados y transformados en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, un encuentro donde Dios y el hombre se encuentran en el Cuerpo de Cristo y en nuestro propio cuerpo, para que el proceso de transformación en Cristo se pueda dar plenamente en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu.

122. La Eucaristía es un encuentro donde los hombres y mujeres pueden encontrarse plenamente con el Redentor cada día de sus vidas.

123. Un encuentro donde Jesús puede transformar la responsabilidad plena que hombres y mujeres toman de sus propias vidas, en la vida y la obra del Espíritu.

124. Un lugar donde el quebranto de hombres y mujeres en su cuerpo, alma y espíritu, en el cuerpo de Cristo puede encontrar sanación y el poder integrador del Espíritu.

125. Un lugar donde el pobre puede ir, donde el adicto, el oprimido, el de corazón roto, el abusado y el pecador pueden ir para encontrar una reconciliación profunda con Dios y consigo mismos, así como la gracia y la energía para buscar la reconciliación con los demás.

126. Un lugar donde aquellos que han sufrido injusticia y rechazo pueden ir y encontrar la fuerza para ser sanados y para buscar la energía y la sabiduría para lidiar con esa injusticia y ese rechazo.

127. Un lugar y un encuentro donde todos pueden encontrar sentido y entendimiento con respecto a su propio sufrimiento y el de aquellos a quienes aman.

128. Un encuentro donde podemos venir a reconocer que somos el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo y una comunidad alimentada por el Espíritu de Dios.

129. Un lugar y un encuentro donde el quebranto del cuerpo de la comunidad puede ser sanado por el cuerpo quebrantado y resucitado de Jesús.

130. Donde el crecimiento y la purificación de las relaciones se pueden dar por la acción mística del cuerpo y la sangre de Jesús en el cuerpo y sangre de la comunidad. Entramos en la Palabra de Dios en Jesucristo, y por lo tanto entramos en la vida eterna y la profunda absorción de nuestra humanidad en la humanidad de Jesús. En esa asimilación, nos convertimos en la persona que realmente somos en el Espíritu Santo.

131. Fortalecidos por el profundo alimento del cuerpo y la sangre de Jesús somos enviados por el Espíritu para cumplir la voluntad de Dios y Su misión para nosotros en nuestra vida diaria.

132. Donde la oración y la petición de arrepentimiento y perdón por los pecados de nuestros ancestros pueden sanar y redimir los pecados de generaciones pasadas y de nuestro propio pasado para que podamos ser liberados de las vicisitudes del pasado en nuestro presente y nuestro futuro.

133. Un lugar donde podemos orar en adoración y comunión con Jesús delante del Padre con los ángeles y los santos que nos han precedido.

134. Al transformarse el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Jesús, y el cuerpo y Sangre de Jesús son asimilados en nuestro propio cuerpo, así nosotros somos asimilados y transformados en la persona de Jesús.

135. Somos animados a ir a la Eucaristía diariamente, o tan seguido como sea posible.

Salmo 150
Salmo 63, 1-4
Mateo 11, 28-30
1 Samuel 38-10

136. En la reserva y la exposición del Santísimo Sacramento encontramos el signo seguro de la presencia de Cristo a Su cuerpo quebrantado, a los abusados, dolientes, deprimidos, a los de corazón roto, los discapacitados y los enfermos mentales.

137. En el Santísimo Sacramento encontramos un continuo y siempre presente oasis para todos los hombres y mujeres, para que aquellos que han sufrido injusticias, rechazo y heridas difíciles de sobrellevar, puedan encontrar un lugar de sanación, transformación y paz.

138. En la contemplación frente al Santísimo Sacramento encontramos el lugar de inspiración y energía para enfrentar las dificultades de nuestra vida y descubrir la forma de crecer continuamente en el Espíritu.

139. En el encuentro continuo cara a cara con Jesús en el Santísimo Sacramento encontramos el profundo y honesto descubrimiento de nuestro propio ser delante de Cristo, quien como la Palabra de Dios, puede reflejarnos lentamente quiénes somos realmente.

140. Para aquellos que viven el desierto y la gran oscuridad de las etapas de la vida espiritual, donde sólo la fe desnuda es suficiente, el Santísimo Sacramento es el lugar de consolación y alivio del sí mismo y un apoyo profundo para fortalecer ese don de fe al cual se le ha quitado casi todo lo demás.

141. La Presencia Eterna de Cristo en el Santísimo Sacramento es un recordatorio profundo de la presencia de Dios en todos los eventos de nuestra vida, tanto positivos como negativos.

142. Un lugar donde se da una profunda comunión entre el Cuerpo de Jesús en el tabernáculo y el cuerpo, mente y espíritu del que está en adoración y oración.

143. Un recordatorio constante de la profunda humildad y alabanza que debe ser mi constante relación con el Padre.

144. Un lugar de sanación de nuestros cuerpos y un lugar de consolación y entendimiento cuando no hemos sido sanados.

145. Estar presentes como comunidad ante el Santísimo Sacramento para que las relaciones de ese Cuerpo de Cristo en particular y el Cuerpo total puedan ser sanados y puedan crecer.

146. Estar presentes ante el Santísimo Sacramento es estar en intercesión por el cuerpo quebrantado del mundo, orar para que la salvación de Jesucristo llegue a todo el mundo y para que la paz y la justicia entren en el mundo.

147. Estar presente ante el Santísimo Sacramento es experimentar el profundo ímpetu de la llamada del Espíritu para responder a las necesidades del pueblo de Dios y actuar para llevar la presencia de Jesús concretamente a las vidas de todos y a través de esa presencia llevar paz y justicia al mundo.

Juan 20, 11-18
Juan 17, 16-23
Juan 15, 6-17

148. Al permitir a Jesús ser creado como hombre, Dios entró en un lazo inefable y eterno con la comunidad humana.

149. Como hombre, Jesús, el Hijo de Dios, aceptó la cruz de vivir en la comunidad de hombres y mujeres. Él , como hombre fue alcanzó la plenitud a través de Su misión y la plenitud de sus relaciones con cada uno de nosotros y con todos nosotros.

150. Al hacerse uno con nosotros, Jesús entró en la cruz de la persecución de Su propia integridad personal en conflicto con las demandas de la comunidad y de la familia.

151. La imagen plena de cómo Jesús es como hombre está contenida en la Palabra de Dios como procede del Padre. La realización de esa imagen se encuentra en la obediencia de Jesús al entrar en la plenitud de Su vida, en la cruz y la resurrección de la relación con todos y cada uno de nosotros.

152. En la vida de Jesús, Él condujo, pero no dominó, no le quitó la libertad a nadie. Él era el Mesías, pero no le quitó a nadie la libertad de elegir el destino o que trabajara cada uno su salvación. Aún, siendo nuestro Salvador, no nos rescató de la cruz que cada uno de nosotros debía llevar y el trabajar nuestras relaciones con Él y con los demás. Tampoco permitió Jesús a la gente que entrara en dependencia con Él, donde le dejaran a Él hacer todo el trabajo, enfrentar todo peligro y completar toda la misión.

153. Él llamó a sus seguidores y les dejó tomar la decisión de seguirlo, reconocer quién era Él, a evangelizar, sanar y sacar demonios por sí mismos y sin Su presencia física, ir por el mundo y evangelizarlo.

154. Él rompería todo los lazos de dependencia con la familia con los poderes existentes, romanos o fariseos.

155. A través de Su desaparición para que María Magdalena y otros no se colgaran de Él, rompió los lazos de relaciones amueganadas (enmeshed) y nos dio lazos que nos dieran vida. Debemos vivir en el Cuerpo Místico de Cristo y vivir en los lazos de libertad, los lazos del Espíritu Santo desde los cuales podemos apoyarnos, fortalecernos y llenarnos de energía unos a otros para alcanzar nuestra plenitud y destino común.

1ª Juan 4, 7-21
1ª Juan 3, 18

156. Entramos en comunidad y en una relación con Dios para descubrir el camino donde, a través de una profunda obediencia, nosotros, como Jesús, podemos llegar a darnos cuenta quiénes somos realmente y con la ayuda de Jesús podemos ser desnudados de las mentiras y engaños de quién no somos.

157. El encontrar realmente quiénes somos, que es la salvación de nuestra propia libertad, es el deseo continuo de hacer las elecciones correctas en la obediencia profunda a la Voluntad de Dios y al deseo de vivir para la mayor gloria de Dios.

158. La obediencia profunda es una obediencia profunda de unos a otros, es el vivir con las faltas y los dones de unos y otros, es el continuar perdonando, amando y a veces continuar soportando.

159. La profundidad de la obediencia es el deseo continuo de encontrar la voluntad de Dios en nuestras vidas.

160. Ese deseo se llena a través del deseo de encontrar la voluntad de Dios en comunidad y en ser obediente hacia aquellos puestos en autoridad.

161. En resumen, queremos vivir como Jesús vivió.

Juan 8,1-11
Juan 4

162. Jesús aprendió a estar plenamente presente con cada individuo a quien encontró.

163. Así como Jesús trató de encontrar y estar plenamente presente a cada uno, y les dio el don de Sí mismo, nosotros, a través de Jesús trataremos de dar el don de presencia y atención individual a cada persona.

164. Jesús trató de entender a cada persona como esa persona era en la Palabra de Dios y nosotros trataremos de hacer lo mismo a través de Jesús, la Palabra de Dios.

165. Aunque nosotros no somos Jesús podemos tratar de entender al otro a través de los dones de conocimiento, sabiduría y entendimiento.

Mateo 6, 5-6
Mateo 4, 1-11
Mateo 14, 22-24

166. Jesús pasó mucho tiempo en oración y recogimiento interior.

167. Le pedimos a Jesús y encontramos el don del silencio y recogimiento interior y, con su ayuda, superamos las dificultades de la soledad.

168. Al encontrar el don de nuestro propio silencio y recogimiento interior a través de Jesús, respetamos profundamente el silencio de otra persona.

169. Aún cuando necesitamos a los demás en nuestra vida, aprendemos a confrontar nuestra propia soledad con Jesús y a no proyectarla a los demás.

170. Al comprendernos a nosotros mismos, cobramos conciencia de las necesidades que estamos proyectando hacia los demás. Con Jesús, llegamos a comprender esas necesidades y a darnos cuenta de dichas proyecciones.

171. Llegamos a comprender con la ayuda del Espíritu Santo, las legítimas necesidades que tenemos y a separarlas de los deseos y necesidades ilusorias o engañosas y que pueden llevarnos a conductas destructivas.

172. En la unión del Espíritu en comunidad, podemos expresar esas necesidades legítimas como las vemos en y a través de Jesús.

173. Seguir en nuestra codependencia es correr a nuestras adicciones por otras personas o cosas y escapar del don de nuestra propia soledad.

Mateo 19, 16-30
Mateo 26, 69-75
Juan 21, 15-19
Lucas 1, 26-38

174. Cada persona necesita entrar en su libertad y reclamarla.

175. Ser una persona madura es ser capaz de distinguir entre el correcto uso de la libertad y la libertad que conduce al libertinaje, al pecado o la lastimar o pisotear los derechos de otra persona o de la comunidad.

176. Reclamar nuestra libertad es entrar en la madurez de seguir libremente a Jesús, de entregar nuestra vida por Él, morir a nosotros mismos y entrar a cualquier lugar bueno y maravilloso al que Él desee conducirnos.

177. Entrar en nuestra libertad es confiar en que Jesús nos conducirá lejos del pecado y de cualquier cosa que nos conduzca a la condenación. Aún aquellos que están atrapados en adicciones que los llevan a pecar pueden suplicar con gran fe y esperanza en la misericordia de Jesús quien, en el Espíritu, ama a cada uno de nosotros como Sus creaciones en el Padre.

178. El don de la libertad se encuentra en el seguimiento total de Jesús para que yo pueda entrar en Su amor divino y filial por Su Padre.

179. Así como Jesús respetaba a las personas y la libertad personal de aquellos a quienes llamaba, así deseamos permitirle a la persona que tome sus propias decisiones y no quitarle la dignidad de su libertad personal.

180. Con cada persona, Jesús entraba en negociaciones entre la tensión de las demandas del Padre y su Propio Mesianismo por un lado y las demandas de la propia persona, su personalidad individual, y su libertad personal.

181. La persona en autoridad en la comunidad negocia con cada persona, resolviendo entre los reclamos de autoridad legítima y sus reclamos como persona.

182. Lograr la plenitud de libertad no es solamente elegir o dejar de hacerlo. Es elegir ser totalmente obediente de mente, corazón y voluntad con Jesús al Padre. Como Jesús fue obediente al Padre y a las autoridades de su tiempo aún hasta la muerte de cruz, así también nosotros somos obedientes a la autoridad legítima en la Sociedad.

183. Como personas individuales en relación con Jesús, negociamos con Él y a través de Él, los derechos y diferencias de nuestros reclamos personales con los derechos y reclamos personales de otra persona.

Lucas 8,4-8,12-15
1ª Pedro 1, 22
Santiago 3, 9-12

184. Al entrar en la familia o en la comunidad, entramos en una purificación personal y en la revelación de dónde necesitamos ser purificados.

185. En esta purificación en comunidad, reconocemos nuestros propios pecados y faltas, especialmente con respecto a la obediencia, pero también reconocemos donde necesitamos defender la justicia y nuestros propios derechos.

186. En esta tensión de relaciones personales con la Palabra y con Jesús, no debemos perder la oportunidad, simplemente por enfocarnos en las fallas obvias de los demás, de entrar en la purificación de nuestro espíritu y el descubrimiento de quién somos en Cristo.

187. Entramos en esa purificación con gran paz en el amor incondicional y la elección de Jesús por nosotros.

188. En esa forma evitamos el dilema de una conciencia rígida, enjuiciadora y escrupulosa y podemos permanecer en la paz del Señor mientras nos trae a la plenitud de quienes somos, mediante la revelación callada y eventual sanación de nuestros pecados, nuestros vicios y nuestros engaños acerca de nosotros mismos.

189. La plenitud de nuestra salvación involucra la purificación profunda de nuestro consciente y nuestro inconsciente. La clave para que nuestro espíritu crezca en humildad y en una unión más plena con Su Espíritu, está en permitir que el Señor haga esto en nuestro interior.

190. Al permitirle a Dios que nos cambie y transforme, lentamente nos damos cuenta de que nos está cambiando, de una manera que no podemos ver plenamente, hacia la imagen particular en la que fuimos creados para llegar a ser en la Palabra de Dios.

191. Nuevamente, la purificación requiere mucha paciencia con nosotros. La revelación de nuestras faltas y vicios nunca debe llevarnos a perder de vista el amor infinito del Padre en Jesús para cada uno de nosotros y descubrir humildemente quienes somos en Él, y lo que ha podido hacer a través de nosotros.

192. Tal vez podemos contemplar nuestras vidas como una serie de capítulos de un libro. Al crecer de capítulo en capítulo le pedimos al Espíritu que nos muestre cómo vivir en ese capítulo particular, los dones de ese capítulo y la purificación en ese capítulo y cómo ese capítulo es diferente de los otros.

Mateo 16, 23
Marcos 8, 23
Juan 2, 12
Lucas 2, 41-50
Lucas 8, 19-21

193. En la vida de Jesús vemos que Él ponía límites en cada relación.

194. En Caná Él le dijo a Su madre que Su misión no había comenzado aún. Cuando estaba esperando a Su madre y Sus hermanos, le recordó a la multitud que el lazo entre Él y ellos era el de hacer la voluntad del Padre en profunda obediencia, lo cual los trajo dentro del lazo del Espíritu.

195. Él constantemente les recordaba a los fariseos de la necesidad de honestidad y sinceridad en las relaciones. No podía aceptar la hipocresía.

196. Él le recordó a Pedro, que sus aparentemente buenas intenciones de protegerlo le estaban impidiendo hacer la voluntad de Dios.

197. Él era una persona que tenía una misión que no iba a comprometer por personas que querían poseer Su voluntad y lo enmarcaban de acuerdo a sus propios deseos y voluntades.

198. La unidad con Jesús y de unos con otros se da cuando un individuo conoce y descubre sus propios límites que surgen de su propia creación en el Padre y de su propio seguimiento a Jesús.

199. Los límites surgen del entender que una persona ha sido creada por Dios. Es el darse cuenta de su don de personalidad que no puede ser violado.

200. Los límites son necesarios para impedir que una persona domine a otra o la controle o sea dominada o controlada en su libertad e integridad.

201. Los límites son necesarios para impedir que una persona rescate a otra o para dejar que alguien más continúe realizando libremente las responsabilidades a las que ha sido llamada.

202. Buenos límites nos permiten escapar de la persecución de juicios definitivos que hacemos de otra persona. Saber que soy una persona en Jesús es ser capaz de ir a Jesús para verificar la verdad o falsedad de cualquier declaración. Esto impide que seamos víctimas de otro que está asumiendo que su juicio es el de Dios. Esto impide que nosotros u otra persona actúe como Dios o tome el lugar de los juicios de Dios.

203. Los límites permiten a cada persona entrar en el desprendimiento legítimo de otra persona basándose en su propia libertad y la dignidad de su persona en Jesús. Nos permite ver a otro sin entrar en idolatría o ponerlos en un pedestal.

204. Los límites permiten a una persona distinguir entre un lazo de amistad genuina y generosa y un lazo pegajoso y codependiente.

Lucas 9, 49-50
Mateo 12, 25
Santiago 4, 1-3 10-12
Santiago 5, 9
1ª Juan 3, 11

205. La unidad en la comunidad se basa en el amor común y en el agradecimiento y alabanza que le damos a Nuestro Padre Dios.

206. La unidad en la comunidad se basa en nuestro deseo común de seguir a Jesús.

207. La unidad en la comunidad se basa en el crecimiento de la personalidad de cada ser humano en su propia conquista de una unión con Jesús más plena y completa.

208. La unidad en la comunidad se pasa en nuestro amor por cada persona y por el deseo de que alcance la meta de su propio destino en el Espíritu.

209. La unidad en la comunidad es la realización humilde de que necesitamos el amor ágape, el amor no egoísta, el apoyo y la amistad de otros para alcanzar nuestra propia comunión con Dios y nuestro propio destino y propósito para pelear por la misericordia y la justicia en nuestro mundo.

210. La unidad en la comunidad es darse cuenta de que el amor ágape, el amor persistente, paciente y fiel en Cristo es la base de nuestra unión.

211. Aunque hay un amor grupal, un amor de familia, necesario para el crecimiento de la vida humana, esa unidad debe primero tenerse y luego someterse al Señor.

212. La base de la unidad no es hacer un ídolo de la familia, sino el encontrar nuestra unidad en el Espíritu del Señor y nuestros lazos cimentados en ese mismo Espíritu.

213. La amistad es una parte necesaria de las riquezas humanas y del desarrollo de la comunidad.

214. La amistad en la comunidad se ayuda profundamente con el respeto a cada persona, y el darse cuenta gradualmente e ir eliminando poco a poco el deseo de controlar a la otra persona.

215. La amistad envuelve un profundo respeto por la libertad y la autonomía de otra persona, y del deseo por lo tanto, de no fomentar la dependencia o de entrar en dependencia.

216. La amistad que excluye a otros de nuestro amor y comunidad puede probar ser causa de división y desintegración de la vida comunitaria.

217. La integridad en la comunidad es el descubrimiento de las formas legítimas en que dependemos unos de otros y el respeto que nos debemos de no entrar en dependencia mutua.

218. La integridad es el respeto de la soledad de otra persona y su capacidad para resolver sus propios problemas y la obligación de tratar de no rescatarlos de su integridad.

219. La integridad en la comunidad es encontrar formas legítimas de ayudar a otros a encontrar su sí mismo y las formas en que declinamos el rescatarlos y quitarles su libertad, su individualidad y su poder para crecer.

220. Estar en comunidad con otros es aceptar la cruz que es parte de la unidad de vivir y llevarse unos con otros.

221. La cruz es el centro de la vida de la comunidad. Tratar de quitarle a la comunidad la cruz es robarle su autenticidad.

222. En la cruz de la vida comunitaria, mientras tratamos de eliminar las dificultades de la codependencia, o de las faltas y pecados del otro, estamos aún sujetos a su irritación a medida que la comunidad avanza.

223. En la aceptación de la cruz, el respeto de los límites de la persona y la eliminación gradual de nuestras adicciones y codependencia, empezamos a descubrir el lazo profundo del Espíritu que está entre nosotros como personas, que nos une en el Espíritu unos con otros y que existe eternamente en el Cuerpo de Jesús y que nunca se podrá romper.

224. Un lazo así conduce a un amor genuino de unos por otros, de hermanos y hermanas, en la experiencia naciente de comunión.

225. En esta unidad en comunidad experimentamos la fuerza, solidez y seguridad del lazo del Espíritu, que nos libera a todos para crecer en la presencia del amor entre nosotros en y a través de Jesús.

Juan 9, 1-6
1ª Corintios 12,4-11
1ª Corintios 3, 9

María te damos gracias por darnos a tu hijo, Jesús

Jesús:

Te damos gracias:
Por haber nacido
Por vivir para nosotros
Por enseñarnos
Por sanarnos
Por darnos amor incondicional
Por morir por nosotros
Y por resucitar
Para que nosotros también podamos resucitar.

En respuesta a esto:

Deseo entregarme completamente A ti Jesucristo
Consagrando mi vida,
Mi trabajo y mis relaciones
A ti, a través de María mi madre
Y a vivir mi vida
En un patrón constante
De conversión a Tu vida
Y al amor y al servicio
De mi familia
Y a todo el pueblo de Dios.