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DIOS ME SALVÓ DE LA NUEVA ERA

Siempre fui una chica inquieta, en busca de un sentido trascendente a mi vida. Mis padres me bautizaron a los siete días de nacer, pero nunca más fui a una Iglesia hasta mi 1ª Comunión, a excepción de algunos bautizos y comuniones. Una vez hecha la 1ª Comunión, aunque yo era una niña muy sensible, buena y obediente, no volví a la Iglesia, no porque me opusiera sino porque mi familia, aunque creía en Dios y tenía su fe, no practicaba. Era simplemente una católica “no practicante”. Leía alguna vez una Biblia que teníamos perdida por casa y me gustaba mucho leer el libro del Génesis, pero no pasó de ahí. Sólo acudía a la Iglesia, de nuevo, cuando era invitada a alguna boda o bautizo.

Siendo ya una adolescente, no paraba de formularme preguntas trascendentales…y recuerdo quedarme a menudo ensimismada mirando al cielo admirando su grandeza y buscando una respuesta del ser que me creó. Miraba las estrellas en el cielo sereno de la noche y sentía a alguien muy grande detrás de todo ello.

Los años pasaban y aunque viví algunos momentos bonitos, la verdad es que prácticamente todo el tiempo vivía en un gran sufrimiento. Todo a mi alrededor, parecía ir mal: mi familia, mi relación con mi novio de entonces, mi trabajo. Me sentía muy sola y no sabía cómo escapar de todo eso. Bueno sí, me pasó muchas veces por la cabeza quitarme la vida porque me encontraba en un callejón sin salida, o al menos eso es lo que yo sentía entonces. Vivía sin Dios y me encontraba totalmente perdida y con conductas agresivas por doquier.

Como mi vida era tan vacía y penosa, empecé a coquetear con el Tarot porque pensaba que no era malo e incluso, ilusa de mí, pensaba que quien podía interpretarlo era porque tenía un don de Dios. Y me gustaba consultarlo porque esperaba obtener una respuesta positiva a mi desgraciada vida, esperaba que me anunciara un cambio en mi vida para mejor. Tenía una baraja propia, a veces consultaba a alguna tarotista. Me empezaron a gustar diversas prácticas de ocultismo: numerología, quiromancia, libros de brujitas (la llamada magia blanca, que de blanca no tiene nada) y cosas por el estilo, aunque gracias a Dios nunca profundicé, fue algo meramente superficial. También recuerdo que me gustaban mucho las películas de espíritus, mi predilecta era la de “El exorcista”, ¡qué gran paradoja! cuando pienso en lo que tuve que vivir después.

En esa época dejé la relación con mi novio porque la situación era ya demasiado dolorosa. Y empecé una vida un poco loca de fiestas y relaciones esporádicas. Esto, junto con mi afición, aún superficial, a las ciencias ocultas hicieron que cada vez me perdiera más. Un buen día, un amigo que tengo en Suecia, me hizo llegar por correo un DVD y me dijo que era una sorpresa. Se titulaba “The Secret” (El Secreto). Corría el año 2007 por entonces y este documental, del que se hizo la versión literaria, todavía no se había publicado en España, pero desde el primer momento que lo vi algo hizo “click” en mi interior y comencé a buscar y buscar más videos o libros relacionados con el tema. Para los que no lo conozcan, “El Secreto” trata de los deseos que tenemos, las peticiones para nuestra vida, que podemos pedirlas “al Universo” y éste en el momento oportuno nos las concede y para que eso ocurra hay que ser muy positivo y muy agradecido en esta vida. Este es un libro muy conocido en Nueva Era. En fin, fui adentrándome más y más en estos temas y cuando tenía un momento libre lo dedicaba a ver videos o a leer algún libro relacionado con el tema. Así fui conociendo el budismo, el hinduismo, empecé a creer en la reencarnación, leía libros en los que se narraba cómo la gente estaba acompañada por sus guías espirituales y las experiencias que tenían. Me empezó a interesar la meditación, algo leí sobre yoga, me apunté a un curso de quiromasaje, me empecé a interesar también por las Flores de Bach, las piedras, etc. Mi inquietud espiritual era cada vez mayor, había encontrado, por fin, algo que me conectara con ese ser superior que yo anhelaba y poder salir de este mundo tan material, lleno de dolor y amargura y tan falto de esperanza.

Un buen día decidí apuntarme a un curso de Reiki que ofrecían en la escuela en la que estudié quiromasaje. Se dividía en varios niveles, 4 para ser exactos (3 niveles y maestría). Para los que no conozcan el Reiki, lo venden como una “energía llamada universal”, una energía de amor que se canaliza a través de la persona iniciada y que le da un poder para sanar a los demás a través de la imposición de manos, de manera directa, aunque también se puede hacer a distancia. Hice el 1º nivel, la verdad, fue muy bonito. Me sentía tan relajada y tan bien. Además había tan buen rollo entre los compañeros de ese curso de fin de semana. Eso sí, mi dinerito me costó. No lo recuerdo muy bien ahora, pero creo que estaba alrededor de los 100 euros. No me pasó nada en especial, pero sí recuerdo haber tenido algún sueño bastante raro que me dio hasta miedo. Al cabo de un mes hice el 2ºnivel. Y en este no noté nada extraño, eso sí, otros 150 euros, por lo menos, continué porque parecía todo tan bonito. Sin embargo, fueron transcurriendo los meses, yo me sentía cada vez más triste y no sabía por qué. Lo achaqué a que podía estar pasando otro período de depresión, porque ya había tenido otros en mi vida, pero en ese momento la verdad es que las cosas me iban bien. En fin, yo estaba cada vez más triste y ya no me llenaba nada. Tenía ilusiones, pero las veía inalcanzables. Y pasaron un par de años en los que seguí leyendo libros pero no había tocado el reiki casi para nada, hasta que me llegó un email de la escuela donde hice los cursos, anunciando que hacían el 3ºnivel. Lo dudé y lo pensé bastante pero al final me decidí a hacerlo. Esta vez el curso costaba unos 200 euros, pero me daba igual porque yo quería seguir adelante con ello. Y esta vez me acuerdo que el día antes de mi iniciación empecé a sentir mucha ansiedad y estuve a punto de no ir, pero me pudieron más las ganas de hacerlo y al final me presenté en la escuela. El curso acabó muy bien, me sentí relajada y contenta pero lo que no sabía era la pesadilla que iba a vivir al cabo de dos días. Ahí empezó a abrirse la puerta del Infierno para mí: empecé a sentir de repente un miedo horroroso porque sentía que había hecho algo que no tocaba y que ya no tenía vuelta atrás. El miedo empezó a apoderarse cada vez más de mi. Desesperada intentaba localizar a la maestra, pero no lo conseguía y una vez que dí con ella lo único que me dijo fue: “Tómate el rescate de las Flores de Bach cada hora y deja el miedo” y ya está. Yo cada vez me sentía peor, pasada una semana, llena de angustia y terror, notaba una presión dentro de mi cabeza que me hacía pensar que podría darme una embolia o algo así. Empecé a preguntar a mis amigos si conocían a algún maestro de reiki porque yo pensaba que me habían hecho mal la iniciación. Finalmente di con una persona a través de un conocido, que era maestro de reiki y como estaba desesperada me agarré a un clavo ardiendo. Me pidió que le enviara una foto por email para poder ir haciendo reiki a distancia y al cabo de una semana fui a su consulta. Es aquí donde verdaderamente comenzó una de las peores pesadillas que puede vivir una persona.

Desde el primer momento en que esta persona me puso la mano encima mi cuerpo empezó a convulsionar, cosa que no me había sucedido jamás, y así estuve en su consulta por lo menos un par de horas. Al final, pareció que todo se calmó y me fui para casa. Pero lo que yo no sabía era que todo acababa de comenzar. Tenía convulsiones bastante fuertes durante todo el día, como que mi cuerpo parecía un molinillo y sentía dentro de mi cuerpo como si tuviera millones de hormigas y algo que me quemaba. Llamaba desesperada a este hombre para que pudiera atenderme y finalmente en otra visita a su consulta, me “equilibró los chakras” porque me dijo que se había quedado todo muy abierto en la anterior sesión y todo se calmó bastante y me quedé mejor. Los meses transcurrían y yo me seguía notando rara pero aproveché para hacer con este hombre “crecimiento personal”, ya que quería poder sanar y superar muchas cosas de mi vida. Y me hacía tests de kinesiología (son como unos tests musculares que te dan respuestas sobre lo que está queriendo o pidiendo tu ser interior), me daba flores de Bach y otras esencias, homeopatía, me hacía alguna sesión de quiropráctica y, por supuesto, reiki, para revivir mis heridas y poder sanarlas. Se producían como unos “desbloqueos” y era tremebundo lo que yo podía llegar a sufrir porque convulsionaba, gritaba con una fuerza descomunal que no podía parar y que sentía más fuerte que yo misma y cada sesión se convertía en una auténtica tortura, literalmente. No daré los detalles de todas las sensaciones que llegué a sentir, pero eran cosas que ahora me doy cuenta que eran magia. Este hombre me decía que eran desbloqueos emocionales. Recuerdo un día, en el que me quiso desbloquear el chakra del vientre. Empezó a apretar muy fuerte, como enviando mucha energía y cuando parecía que lo había desbloqueado sentí como si desde mi vientre subiera una energía muy fuerte, como si fuera una explosión que quisiera subir por todo mi cuerpo hasta salir por mi cabeza y en el momento que la alcanzó yo solté un grito tremendo, como si toda esa energía quisiera salir por mi boca. A partir de ese día todos los “desbloqueos” fueron descomunales. La gente que me oía desde fuera de la consulta, en los pisos vecinos, se preguntaba qué estaba pasando porque los gritos eran tremendos y las sesiones duraban horas y horas. Y también recuerdo que a partir de ese momento él me advirtió que no podíamos dejar la terapia porque podía ser peligroso. Tras ese “desbloqueo” del vientre me venía a la cabeza la imagen de algo monstruoso que era enorme, muy fuerte, como una gran bestia, como una especie de dragón pero tan grande como una montaña. Sentí como si me estuvieran desgarrando del resto de mi familia, me sentí muy sola, como si mi familia estuviera por un lado, en mi contra, y yo por el otro. Creo que se aprovechó de mis heridas y lo engrandeció e intensificó de tal manera que sentía como si ya no formara parte de mi familia y todos ellos fueran mis enemigos. Más adelante también se añadieron otras sensaciones: a veces notaba como si una mano me estuviese estrujando el corazón en su puño y notaba también como si me retorcieran los huesos por dentro como un alambre. Y todos estos padecimientos no los sufría sólo en las sesiones, sino que eran continuos durante todo el día. Cada vez estaba más demacrada, mi familia, en mi trabajo y en mi entorno empezaron a preocuparse mucho porque, aunque yo no contaba nada, sabían que algo malo me estaba pasando. Tenía que faltar al trabajo casi una vez por semana porque me encontraba fatal y a veces había pasado hasta tres días seguidos sin dormir. Muchas noches, cuando lograba conciliar el sueño, de repente me despertaba y mi cuerpo empezaba a engarrotarse y a retorcerse contra mi voluntad, a convulsionar, no sabía qué me estaba pasando, estaba aterrada. Otras veces me sentía como si fuéramos dos dentro de mi cuerpo: yo misma y otro ser, como si estuviera desdoblada. Vivía con mis padres, pero no les decía nada para no asustarlos ni preocuparlos.

Para colmo, al mismo tiempo, empecé a sentir que en muchas ocasiones se me despertaba el deseo sexual. Este hombre me colocaba muy a menudo su mano en la parte posterior de la espalda, a la altura del hueso sacro y entonces empezaba a notar cómo se me despertaba el deseo sexual. Noté cómo se estaba produciendo un acercamiento de esta persona hacia mí en este aspecto, aunque él esperaba a ver cómo reaccionaba yo. En más de una ocasión hubo algún intento pero yo lo paraba antes de que pasara nada porque en realidad yo no quería que ocurriera. Era una persona bastante más mayor que yo que a mí no me gustaba nada. Sin embargo, llegó un momento en que no pude parar este impulso que sentía y no sabría explicar cómo ocurrieron las cosas que, aunque intenté evitarlo por todos los medios, acabé teniendo relaciones sexuales con él. A solas me preguntaba por qué estaba ocurriendo todo esto, contra mi voluntad pero algo me impulsaba a hacerlo, no lo entendía. Es algo que no me había sucedido jamás, era superior a mis fuerzas. Yo consentía, e incluso cuando fueron pasando los días, las semanas, yo lo buscaba, pero todo era muy extraño. Además recuerdo que sentía como unas luces y unas energías al estar con él. Y todo esto fue en aumento hasta que en pocas semanas yo ya no podía vivir sin él.

Las cosas fueron cada vez peor vivía en un sufrimiento atroz, tanto físico como mental y emocional. Él mantenía una posición de dominio y me maltrataba psicológicamente. Discutíamos muchísimo y eso añadía más tiempo a las consultas que me hacía. Recuerdo que un día que fui a su consulta, de urgencia, desesperada porque me encontraba fatal, me estaba yo retorciendo en un colchón en el suelo, chillando a lo bestia porque no lo podía parar, era algo que aunque quisiera no lo podía parar, y entonces él, caminando a mi alrededor sin inmutarse me dijo: “¿Ves? La Iglesia diría que esto es una posesión diabólica” Y se quedó tan ancho. Y yo, ilusa de mí, que todavía pensaba que eran desbloqueos emocionales, le di la razón pensando que la Iglesia no tenía ni idea de estas cosas. Resulta que era precisamente eso lo que me estaba pasando: estaba viviendo una posesión diabólica.

Además, el dinero que me estaba gastando con este hombre estaba ascendiendo a miles de euros porque las sesiones eran maratonianas. Y siempre se preocupó mucho de recordarme que no contara nada de lo que hacíamos a mi familia, porque, según él, no lo iban a entender. Como la relación empezó a desgastarse mucho por tantas y tantas horas de terapia y tanta discusión, llegó un momento en que el trato llegó a ser inhumano. Siempre quedarán grabadas en mi memoria un par de escenas. En una ocasión, padecí como un ataque de nervios, que ya no sabría decir si era tal porque las manifestaciones que yo tenía eran de lo más extrañas y mientras yo padecía enormemente, él no paraba de gritarme sin ningún tipo de compasión: “Vete ya a un psiquiátrico y déjame en paz”. Tuve que irme yo sola al hospital del lugar, porque él no se dignó a acompañarme, para que me dieran algo para la ansiedad y recuerdo cómo iba yo sola por la calle, llorando desconsoladamente, sintiéndome más sola que nunca y cuando llegué al hospital no pude aguantar el llanto y, conmovidas, las enfermeras enseguida me dieron algo para calmarme. Y en otra ocasión, un buen día en su consulta, él mismo me dejó caer que yo tenía un ente dentro. Recuerdo que ese día acabamos muy tarde y discutiendo íbamos hacia su casa, porque su consulta estaba alejada de donde yo vivo, ya no tenía medio de transporte para volver a mi casa. Empezamos a discutir tan fuerte que llegó un momento en que me senté en el suelo llorando en medio de la calle, diciéndole que prefería pasar la noche en la calle antes que ir a su casa. Estaba muerta de miedo por lo que me había dicho sobre el ente y lloraba desconsoladamente porque en ese momento comprendí que ya sólo me podía ayudar Dios, ese Dios que yo sentía grande cuando miraba al cielo. Recuerdo cómo le suplicaba a Dios, entre lágrimas, que me ayudara, y cómo le decía yo a este hombre, entre sollozos: “¡Eres inhumano, eres inhumano!”, sintiéndome totalmente desvalida y lejos de mi familia, mientras él, a mi lado, con una mirada llena de odio, no paraba de gritarme.

¿Por qué no abandoné todo este calvario? porque yo ya no era capaz de hacerlo por mí misma, algo había más fuerte que yo.

Nuestro Padre del cielo no tardó en escucharme, porque de la manera más extraña consiguió liberarme de las garras de este individuo, me causó tal impacto que nunca más volví a acudir a él, en un momento en el que yo era ya incapaz de liberarme por mi misma, hasta tal punto me había manipulado en todos los sentidos. Tardé un tiempo en poder deshacerme de él porque intentaba perseguirme. Gracias a la contundencia que mostré un buen día, diciéndole que toda mi familia sabía lo que había pasado y asegurándole que, de no dejarme en paz, acudiría a la policía, esta persecución cesó. Lo que yo no supe hasta que no terminó todo esto es que había estado en manos de un brujo, de alguien satánico que utilizaba todo tipo de invocaciones y a saber qué trabajos para conseguir todo lo que quisiera de mí.

A partir de aquí comenzó todo un periplo de ir conociendo a más gente que estaba metida en Nueva Era y que pensaba que podían ayudarme. Pensaba entonces todavía, que había topado con un ser perverso pero no acababa de darme cuenta del mal que había en sí en todo este movimiento. Así que todavía acudí a otras personas que hacían reiki, osteopatía, exorcismos con ayuda del reiki, la angeología nueva era, y bla, bla, bla. Me compré una barajita de cartas de los ángeles, porque esto parecía bueno y también me compré un péndulo, ya que había visto cómo lo consultaban algunos de los conocidos que tenía en ese mundillo y no parecía nada malo. Recuerdo cómo el péndulo prácticamente volaba girando sin parar, sin saber que eso lo estaban produciendo las fuerzas diabólicas que tenía a mi alrededor. Seguía tomando flores de Bach y trataba de elegirlas yo misma con ayuda del péndulo porque pensaba que todo eso podía ayudarme. Hasta un brujo, que no me presentaron como tal sino como “alguien que estaba muy sumergido en la luz”, me llegó a hacer un supuesto “trabajito de liberación”, que me costó mi dinero también, enviándole una foto por correo y trabajando a distancia. Caí por ignorancia e ingenuidad, todo se vendía como bueno, tan desesperada estaba porque en todos esos meses mis síntomas siguieron siendo más horribles, si cabe. Qué peligro tiene también enviar fotografías de una persona, ahora me doy cuenta. Cuando pienso en todas las fotografías que circulan en Internet con toda alegría. Me da un escalofrío sólo de pensar que cualquier persona en el mundo puede coger nuestras fotos y hacerles un “trabajito” para hacernos daño. Es una de las múltiples maneras en que trabajan los brujos.

En estos meses posteriores, en los que yo ya había salido de las manos de aquel hombre, mi familia tuvo que sufrir y padecer todo este calvario. Las manifestaciones, convulsiones, gritos desgarradores, agresividad fueron en aumento. Sentía la maldad y la rabia en estado puro y esto me desgarraba por dentro. En ocasiones sentía como si un cuchillo estuviese atravesando mi corazón y me lo estuvieran arañando por dentro. A veces notaba en la espalda como si me estuvieran retorciendo con un torniquete, como cuando enrollas un lápiz en una goma y le das vueltas y vueltas hasta que no puedes enrollarlo más y lo sueltas, sale volando como una hélice, eso era lo que sentía yo en mi espalda, en el momento que soltaba mi grito era descomunal. Y a veces sentía a mi lado una presencia nauseabunda, como de un ser que estuviera podrido, como si fuera un “zombie”. No podía liberarme de determinados pensamientos, normalmente relacionados con heridas de mi pasado, que se hacían obsesivos y por más que quisiera liberarme de ellos y pensar en otra cosa, no podía, me hacían permanecer en mi dolor y sufría enormemente. Cuántas veces le supliqué a Dios que me llevara porque ya no podía soportar más estos tormentos, este sufrimiento. Vivía con mis padres, no sabían lo que me estaba pasando, pero sufrían muchísimo al verme así. Recuerdo que un día que estaba con mi madre, a distancia me estaban haciendo el “trabajito de liberación”, notaba como si me estuvieran comiendo las entrañas, esa noche yo pensaba que no sobreviviría al siguiente día. Mi madre no se separaba de mí y yo le decía: “Me estoy muriendo”. Pero pude seguir viviendo. En otra ocasión, en la que estaba absolutamente desesperada y desesperanzada recuerdo haber llamado a mi madre, sentarla a mi lado en la cama, con mi padre al fondo, decirle: “Mamá, me voy a quitar la vida porque ya no puedo más”. Me estaba despidiendo de ella, y ella, llorando, me decía que no lo hiciera. Gracias a Dios al día siguiente me encontré mejor. En más de una ocasión tuvieron que irse una temporada a casa de un familiar porque peligraba su integridad. Gracias a Dios, nunca pasó nada, más allá de una discusión acalorada porque yo era consciente de lo que me pasaba y aunque todavía no había acudido a la Iglesia, sabía lo que me ocurría y por eso pude detener como pude, en más de una ocasión, algún ataque agresivo.

Hasta que por fin quiso Dios que me diera cuenta de que era fundamental que acudiera a la Iglesia Católica para ponerme en manos de un exorcista. Recuerdo pedir a mis padres en varias ocasiones que me ayudaran a buscar a algún sacerdote que pudiera socorrerme, pero los estaban tan bloqueados que no tomaban ninguna decisión. Así que, en medio de toda esa tortura y de una lucha atroz, tuve que sacar fuerzas para buscar ayuda yo misma. Finalmente Dios me permitió contactar con el exorcista de la diócesis y más tarde por un tiempo en el Centro de Montserrat. Mi entrada en la Iglesia fue al principio un poco titubeante, pero poco a poco fui adentrándome en ella. Empecé a conocer gente que me ayudó mucho. Además del exorcista oficial de la diócesis, quien me hacía, y aún me hace, exorcismos regularmente, fui conociendo a varios sacerdotes que me ayudaron, y aún siguen haciéndolo, realizando oraciones de liberación, además de brindarme un soporte emocional importante para poder ir asimilando toda esta historia. Necesitaba formación en la doctrina y en la Palabra de Dios, de las que era totalmente ignorante. También me ayudó mucho el soporte emocional que me dio una religiosa que conocí casi al principio. Sin ella todo hubiera sido mucho más duro. Hice oraciones de renuncia, quemé todo el material que tenía relacionado con Nueva Era y ocultismo (libros, DVD’s, cartas, piedras, esencias, todo tipo de objetos); me deshice absolutamente de todo y renuncié con la firme convicción de nunca más volver a practicar ninguna de esas técnicas, ni siquiera leer información sobre ellas. Es muy importante hacer una renuncia total a todos estos temas relacionados con lo oculto para poder salir de ello, si no nunca se conseguirá. Es como el dejar de fumar o la droga, o se deja completamente o uno no será nunca capaz de desengancharse.

Además de las oraciones y los exorcismos, comencé una vida intensa de oración y sacramentos, de misa diaria y Adoración al Santísimo Sacramento, de peregrinaciones a santuarios marianos: Lourdes, Medjugorje. Recuerdo perfectamente el momento de mi conversión, que fue rezando el Santo Rosario. Curiosamente el último brujo al que acudí, el personaje “que estaba muy sumergido en la luz” me recomendó que rezara Padre Nuestros y Ave Marías durante unos veinte minutos cada día, al levantarme y al acostarme. Dios se vale de todo. Pensé: “bueno, ya puestos, rezo un rosario”, empecé a ver el efecto que tenía el rezo del rosario porque las manifestaciones malignas paraban, de repente me dije: “¡Dios mío, si resulta que todo lo que dicen de la Virgen María y de Jesús es verdad, existen de verdad!” Y fue entonces cuando creí. Mucha gente, e incluso dentro de la Iglesia, no sabe hasta qué punto es poderoso el Santo Rosario. Es un arma eficacísima para protegernos del Maligno, y cada vez que se reza los demonios tiemblan. Además, se reciben inmensas gracias al rezarlo de forma habitual y así honramos a nuestra Madre Santísima. Por eso, es muy importante rezar el rosario cada día. Oración, Confesión y Eucaristía empezaron a hacerse habituales en mi, y aunque al principio me costaba mucho hacerlo y en ocasiones incluso notaba cómo algo me frenaba las piernas cuando iba por la calle para dirigirme a Misa, yo puse toda mi voluntad para seguir, costase lo que costase. Poco a poco fui incorporando el ayuno, que actualmente hago una vez a la semana. Desde entonces, la Virgen María y Jesús no me han dejado ni un instante y me han conducido y aún me conducen allá adonde pueda curarme.

Mientras tanto, mis padres no dejaban de rezar, rosario tras rosario, pidiendo a la Virgen María y a Jesús que me curara. Empezaron a ir a misa hasta que ésta se hizo diaria y todos los días iban juntos. Yo les hablaba de Dios y la Palabra, no podía parar de hacerlo. Les contaba todas las experiencias que vivía con Dios, los entendimientos que me venían de repente, las cosas que de pronto entendía sobre la vida eterna. Las manifestaciones del lado malo continuaban pero también empecé a experimentar cosas muy hermosas. Fueron transcurriendo los meses y fui sintiendo una notable mejoría. Hasta que mi padre cayó enfermo, muy enfermo. Tenía unos fuertes dolores en la espalda y empezó a hacerse pruebas y más pruebas, le fue diagnosticado un cáncer de pulmón con metástasis en los huesos. Y aunque rezamos mucho, el Señor se lo quería llevar y en tres meses mi padre nos dejó. Se fue en paz en medio de mis oraciones. Me sentí muy culpable porque pensé que mi padre había muerto porque yo había hecho entrar el mal en mi casa. Un día, me dio por pensar si mi padre no habría hecho un pacto con Dios para entregar su vida para salvarme a mí. Nunca lo supe, pero hablando un día con mi madre al preguntárselo, ella me contestó: “No lo sé, pero tu padre siempre le pedía a Dios que a él le enviara lo que fuera pero que te curara a ti”. Si mi padre entregó su vida por mí, es el acto de amor más hermoso que puede hacer una persona y le estoy inmensamente agradecida, por eso, por todas las oraciones que me dedicó en vida. Es lo que hizo Jesús por nosotros, entregar su vida y si es así, seguro que estará en el cielo. Las oraciones de mis padres, a quienes les debo la vida y los que sufrieron más de cerca todo esto, pero en realidad, de toda mi familia, incluida la que ya no está con nosotros, su enorme paciencia y su cariño han hecho que pueda ir saliendo de todo esto y nunca podré agradecerles bastante lo que han hecho por mí. Por fin, aunque de una manera dramática, Dios entró en nuestras vidas.

Hoy en día, todavía sigo librando una batalla diaria contra el Maligno, pero también recibo muchas gracias y consuelos de Dios y las experiencias que he tenido con ellos y, sobre todo, con Jesús, han sido absolutamente maravillosas. Hace dos años pude recibir el sacramento de la Confirmación y es algo que viví llena de emoción y que me hizo absolutamente feliz. Desde el mismo instante que lo recibí me sentí más fuerte en mi interior. Y he rezado muchas veces por la conversión de la persona que me hizo todo esto, ¡porque quiero que se salve! Sólo quiero vivir con Dios y no puedo parar de hablar de Él a todo el mundo. Me apasiona saber de la vida de los santos, de la Historia Sagrada y me fascina leer la Biblia. Dios me ha dicho tantas cosas a través de ella. Ahora entiendo porqué me gustaba tanto leerla cuando era pequeña, en aquella Biblia que teníamos perdida por casa. Me he enamorado de Jesús y lo siento como mi amigo más íntimo, bueno, en realidad es mucho más que eso, El lo es todo. Y la Virgen Santísima la vivo como a mi madrecita del cielo. Ahora sí siento que he encontrado el camino, ahora sé que he encontrado la verdad.

Doy inmensas gracias a Dios por mi fe, quiero y debo advertir a todos de los peligros de todas estas técnicas que están incluidas en el movimiento Nueva Era, en mi caso, especialmente el reiki. En este mundo hay mucha gente con buena intención, los pobres incautos, como lo fui yo, pero también está lleno de brujos y personas que practican el satanismo, que son discípulos del mal y que pueden hacer muchísimo daño, se corre un gran peligro. Aunque puedan encontrar personas con buena intención, no hay “reiki bueno” porque cada símbolo es la invocación a un demonio y utilizando estos símbolos con la imposición de manos, se convierten en una llave, que sin saberlo, abre la puerta para que entren en el cuerpo y en la vida toda clase de entidades diabólicas. Por eso quiero poner en conocimiento de todos de qué manera uno acaba siendo atrapado por este espejismo, que no es otra cosa que una nueva máscara del mal, pudiendo acabar perdiendo su dinero, su salud, su fe e incluso, su vida, no sólo la terrena sino también la eterna.

C.O. Nuestra Señora de Montserrat, Barcelona, España