Yo era una mujer muy enferma aunque yo no estaba consciente. Enferma psicológica y mentalmente. Pensaba que mi encuentro con el Señor había sanado todas mis heridas, pues viví durante dos años una intensa luna de miel con Él.

Conocerme y reconocerme como una codependiente fue muy duro. Descubrir la herida de mi madre en mi vida, fue horroroso. Pero como bien dice Jesús: "la verdad nos hará libres".

Así, con el pasar del tiempo, tras cursos de auto-conocimiento, mucha oración y ayuda de mis compañeras mi proceso de sanación interior va por buen camino.

Tardé un año en reconocer y aceptar mi trastorno de personalidad límite y otro año en aceptar tomar medicación. Aún hoy me resisto a depender mi equilibrio físico-mental a unas pastillas. Al involucrarme en los talleres del Centro Montserrat, con mis compañeras fue muy enriquecedor. Compartir mis conocimientos y experiencia personal me hacía mucho más empática con los demás y crecíamos juntos.

Me encantaba sentirme útil y orar por los demás te llena del Amor de Dios. Así experimentas como en ninguna otra circunstancia, que es mejor dar que recibir. Pues en generosidad El no se deja ganar jamás.

A pesar de todo lo que cuento, fue una lucha diaria acudir, continuar, ser perseverante. Algo dentro de mi, con mucha fuerza me arrastraba en contra. A veces debo hacerme verdadera violencia, aún hoy en día, para enfrentar la vida, mi codependencia, mis obligaciones.

Sigo pues en el camino de sanación y santidad. Nada espero de mi, salvo mi debilidad, pero todo lo puedo esperar de mi Salvador, que en su día me puso el Centro en el camino.

C.O. Nuestra Señora de Montserrat, Barcelona, España